La transparencia y la rendición de cuentas “brillan” por su ausencia en el firmamento “democrático” dominicano, a pesar de leyes y órganos creados para facilitar la información, supervisión y control administrativo-financiero del Estado.
Quienes ocupan funciones en el Estado deben estar a disposición del escrutinio público, y no confundir “lo suyo” con lo “de todos”. Aunque esto es una especie de mal, que para justificarlo dicen normalmente algunos alabarderos- que es “endémico” e, inclusive, que es de “todo el género humano”.
Más, la corrupción no es un asunto que “está en la epidermis y los tuétanos” nacionales, sino en quienes han ido al Estado a “servirse” del erario, los que, por desgracia, han sido “los más”.
El boato, la compra de conciencias, el “deme lo mío”, las complicidades a casi todos los niveles, las zancadillas, el pragmatismo injustificado y las adhesiones incondicionales han sido “la divisa nacional” o, por lo menos, han dominado nuestra forma de hacer política y de ejercer el poder.
Sin embargo, hay excepciones en nuestra historia al respecto (en Derecho dicen que “la excepción confirma la regla”). Duarte, nuestro gran olvidado, quien solo es una cita al pie de algún discurso en el Congreso Nacional, dio ejemplo “real” de rendición de cuentas y transparencia en el manejo de fondos públicos, cuando aún se escuchaba el eco del trabucazo de febrero.
Resulta que el 22 de marzo de 1844 Duarte, con el título de General de Brigada, parte hacia Baní a juntarse con Pedro Santana para concertar un plan para atacar al General Riviere, quien estaba atrincherado en Azua, pero Santana “no estaba por la ofensiva”.
Ante la insistencia de Duarte por atacar, y ante el silencio del General Santana a la misma, Duarte decide escribir el 1ro. de abril a la Junta Central Gubernativa lo siguiente: “Es por la tercera vez que pido se me autorice para obrar solo con la división que, honrándome con vuestra confianza el 21 pasado pusisteis bajo mi mando (…)” (Apuntes de Rosa Duarte, archivo y versos de Juan Pablo Duarte. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. Larrazábal Blanco y V. Alfau Durán, Segunda Edición, 1994, Editora Corripio C. por A., págs. 75-76). Como respuesta la Junta Central Gubernativa le envía una nota el 4 de abril en la que le pide que se ponga en marcha “con sólo los oficiales de su Estado Mayor” para la Capital de la República, llegando el Padre de la Patria el día 12 del mismo mes.
Entonces, rinde cuentas el General Duarte sobre los gastos incurridos en su viaje a Bani, (págs. 76 a la 78), allí detalla lo gastado en pan, plátanos, pitanzas, aceite de almendras, etc., devolviendo RD$ 827.00, solo gastó RD$173.00 de los RD$1000.00, que le habían entregado para el viaje. Este documento se basta así mismo, es una lástima que este gesto democrático y transparente de Duarte, como político y militar, no sea imitado por la mayoría de nuestros “dirigentes”.
Este artículo, originalmente y con leves cambios, fue publicado en marzo de 2012.