Cada vez se hace más difícil para cualquier gobernante que se precie de ser respetuoso de los valores democráticos tomar medidas, impulsar reformas, o tomar acciones propias de su mandato, pues las redes sociales con su poder muchas veces real, otras veces inducido, generan un efecto multiplicador de las resistencias y ante el temor de la tormenta que pueden provocar, a veces se prefiere recular aunque las medidas tengan justificación o se tenga la certeza de que el descontento pueda estar manipulado.
El hecho de que existan vías para un mayor empoderamiento ciudadano es positivo, así como lo es que existan formas de hacer sentir voces y posiciones que en otras circunstancias no tendrían forma de hacerlo. Pero, así como la información es poder y el monopolio de esta es perjudicial y peligroso, la capacidad de desinformar y de mentir sin consecuencias también lo es.
Aunque nunca tenemos libre acceso a fuentes de información, la gente investiga cada vez menos y muchas veces se deja seducir por titulares estruendosos, por imágenes poderosas y sin verificar ni aplicar la lógica es capaz de repetir, reproducir y difundir informaciones sin reparar si es verdad o mentira su contenido, aunque pongan en peligro sus propias vidas y las ajenas.
Peor aun, embriagados por el éxtasis de la exaltación del yo, de la banalidad y del disfrute del espectáculo millones de usuarios en el mundo de las redes sociales desnudan sus hábitos, preferencias, posesiones sin darse cuenta de que son asaltados por algoritmos que poco a poco intentan controlar sus vidas, y de que la inteligencia artificial mal utilizada irá arrebatándoles la capacidad de pensar por sí mismos, de escribir, discernir y decidir, lo que todavía es más preocupante.
En este peculiar ecosistema de las redes todos podemos saber lo que hacen en tiempo real personas en otras latitudes, y ya no hay que leer cuentos de hadas o ver películas para contemplar las más grandes fantasías y los lujos más espectaculares, basta tener acceso a la pantalla de un teléfono. Pero la ambigüedad del ser humano hace que por un lado nos apetezca tener total apertura en un mundo subreal, y al mismo tiempo esperar que podamos preservar intactas las fronteras de nuestros territorios, sin notar que esa masiva ventana abierta invita a muchos a dejar la vida que llevan y buscar una mejor, por esa y otras razones migraciones masivas afectan a muchos países.
Los liderazgos más positivos pueden ser atacados por las legiones de las redes y verse afectados en su accionar, mientras los más controversiales y autocráticos pueden ser catapultados, pues en esta era en que la búsqueda de la verdad no es el objetivo y las mentiras se disfrazan de posverdades, la presentación de personajes fuertes y hasta caricaturescos, que con sus expresiones y posiciones aseveren que van a arreglar las cosas que entienden andan mal, así sea con métodos inhumanos o ilegítimos, o prometan medidas sin sentido y hasta perversas, es una película taquillera que atrae a muchos. Y precisamente esos liderazgos surgidos de las entrañas del monstruo muchas veces lo controlan mejor, porque sus promesas no eran más que estrategias para llegar a donde querían, y con la misma facilidad que las hicieron las incumplirán, y las críticas que reciban serán reducidas a meras manipulaciones de adversarios, pues si algo saben hacer bienes mentir y culpar a otros de sus fracasos, y exculparse de sus errores. Mientras para muchos líderes en el mundo resulta difícil convencer del beneficio de tal o cual medida, las que probablemente se combatirán con fiereza si pueden significar un cambio en lo que algunos tienen o afectar intereses y no se les deja pasar una, al mismo tiempo para otros que logran vender el mensaje de que complacerán deseos de la gente muchas veces inadecuados todo vale, así sea mentir, insultar, irrespetar, delinquir y despreciar la ley. Terrible paradoja de estos tiempos raros.