Abril recién iniciaba. El índice de movilidad de Google mostraba un panorama más lúgubre que el otorgado por Carlyle a la ciencia económica. Con relación al período base (enero 3 – febrero 6, 2020), el tráfico de personas hacia tiendas y restaurantes había caído en -76%. Hacia supermercados y farmacias había mermado en -55%. La caída fue estrepitosa también en el caso de parques (-66%), estaciones de transporte (-83%) y lugares de trabajo (-70%). Un solo lugar había visto subir el flujo de personas, las zonas residenciales (+31%), en la medida que todos cumplíamos las medidas de distanciamiento social y cuarentena dispuestas por el Gobierno.
Atravesamos días muy difíciles. A medida que el Gobierno fue flexibilizando las medidas restrictivas que perseguían limitar la movilidad y, con ello, reducir el ritmo de propagación del virus, las dramáticas variaciones que observamos en abril iniciaron el retorno gradual hacia la normalidad. La última medición del índice de movilidad de Google al 7 de diciembre, muestra que las variaciones, con relación al período base, fueron de -25% hacia tiendas y restaurantes, +1% a supermercados y farmacias, -29% hacia parques, -18% a estaciones de transporte, -23% hacia lugares de trabajo y +9% a las zonas residenciales. Todavía no llegamos a la normalidad, pero hemos recuperado una gran parte de la cotidianidad que la pandemia nos robó.
La recuperación de la movilidad, con un elevado nivel de cumplimiento del uso de mascarillas, ha permitido el resurgimiento de la actividad de la mayoría de los sectores económicos. Las ventas del sector comercio en octubre de este año apenas fueron 1.2% más bajas que las de octubre de 2019. Las del sector manufacturero fueron 5.8% más elevadas; explotación de minas y canteras, 59.4% más altas; comunicaciones, 4.4% más elevadas; electricidad y agua, 4.2% más altas; intermediación financiera y seguros, 6.9% más elevadas; y servicios de salud, 11.5% más altas. Los ingresos por alquiler de viviendas apenas fueron 1.8% más bajos. Los rezagos más importantes los registramos en hoteles, bares y restaurantes, con una caída de 57.5%; servicios de enseñanza, con -28.8%; construcción, -28.7%; transporte y almacenamiento, -26.8%; y otros servicios, -21.2%.
El resurgimiento de la actividad en la mayoría de los sectores económicos ha permitido la recuperación de las cotizaciones a la Seguridad Social. Los cotizantes al sistema de capitalización individual, que habían bajado en 516,562 entre marzo y junio de 2020, han aumentado en 219,596 entre junio y noviembre, previéndose que la recuperación continúe. ¿Qué ha pasado con los “ocupados ausentes”? Recordemos que en esta categoría incluimos los empleados en vacaciones, con permisos o licencias para ausentarse, o que prevén regresar a sus puestos de trabajo en un horizonte máximo de 3 meses. Dentro de los “ocupados ausentes” se encuentran los empleados registrados en los programas FASE para los ocupados formales inscritos en la TSS. A pesar de estar suspendidos temporalmente, estos trabajadores mantienen el vínculo con sus puestos de trabajo y, en consecuencia, siguen siendo considerados como ocupados. En el segundo trimestre del 2020, los “ocupados ausentes” habían subido a 1,428,589. Estimaciones preliminares realizadas a partir del aumento de los cotizantes formales a la TSS y el regreso de los trabajadores del sector informal, apuntan a una reducción superior a un millón en el número de los “ocupados ausentes” en julio-septiembre de este año. No es por casualidad que los tapones han regresado como en los buenos tiempos.
El preámbulo anterior resulta indispensable para expresar nuestra posición en el importante debate sobre los subsidios directos representados por el Programa Quédate en Casa, el Fondo de Asistencia Solidaria al Empleado (FASE) y Programa de Asistencia al Trabajador Independiente (Pa’ti). Estos programas llevarán al Gobierno a desembolsar RD$121,313 millones (2.8% del PIB) este año. Para transferir esos recursos, el Gobierno ha tenido que endeudarse dentro y fuera del país. Ese endeudamiento fue necesario. De no haber incurrido en él, la paz social, el factor fundamental detrás del éxito registrado por la economía dominicana en las últimas tres décadas, habría desaparecido.
¿Deben continuar estos programas en el 2021? Si perdemos el juicio en Navidad y Año Nuevo, celebrando una vacuna que no ha llegado y lanzando al aire las mascarillas, lo único que tenemos para protegernos, la propagación del virus podría obligar a nuevas cuarentenas y forzar la continuación generalizada de estos programas. En cambio, si el Gobierno actúa con la firmeza y responsabilidad que se espera frente al aumento de la positividad que está teniendo lugar e impone la disciplina requerida, la propagación podría moderarse, evitando la adopción de cuarentenas que hagan colapsar de nuevo las actividades económicas. Si lo logramos, los subsidios podrían ser extendidos unos meses más, pero sólo para empresas de sectores que lo necesiten, como sería hoteles, bares y restaurantes. Si algunos comercios e industrias están vendiendo más que hace un año, el Gobierno no debería endeudarse para otorgar subsidios a esas empresas que han recuperado su flujo de caja y, por tanto, su capacidad para pagar nómina. Evitemos los “free riders” o polizones.