De los 17 jueces que componen la Suprema Corte de Justicia (SCJ), 12 cumplieron su plazo legal en la posición y deben ser evaluados en su desempeño por el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) para ser reelegidos por un nuevo periodo o sustituidos por otros. De estos 12, al menos 2 han establecido que no quieren continuar en el tribunal y por ende no serán evaluados: Mariano Germán y Edgar Hernández.
Esto significa que, aunque podrían ser más, con certeza la SCJ tendrá al menos 2 jueces nuevos y y entre ellos (o los restantes) un nuevo Presidente.
El nuevo Presidente de la SCJ y los nuevos jueces tendrán grandes retos que afrontar. Por un lado, en una sociedad en la que se destaca la preocupación por la inseguridad ciudadana debido a la cantidad de asaltos, atracos y delincuentes reincidentes involucrados en los mismos, tendrán los nuevos magistrados la necesidad de ser motores para eficientizar la cúspide del sistema judicial, contribuyendo a que se agilice en general el trabajo con rapidez pero con calidad, y tendrán además que hacer esto con un presupuesto muy limitado.
También, la sociedad espera de los magistrados el urgente compromiso de impulsar el fortalecimiento de la impartición de justicia mediante la promoción de un verdadero saneamiento del poder judicial que no se limite a que los jueces que se desvían de los preceptos legales “se vayan a sus casas”, sino que muestre ejemplos firmes y claros de que la prevaricación no será tolerada y que será perseguida y llevada hasta las últimas consecuencias.
Pero además de lo anterior tendrán los nuevos jueces un desafío puntual: Demostrar que a pesar de haber sido designados por un órgano político y que dicha designación fue producto de negociaciones entre políticos, tendrán la capacidad de desprenderse de sus inclinaciones personales para hacer un trabajo objetivo e imparcial en beneficio de la colectividad y sin reparar en intereses particulares.
Los nuevos jueces probablemente tendrán lazos con diferentes colores de la partidocracia, y por ello sin dudas la sociedad tendrá toda su atención y sus ojos puestos en el quehacer de estos servidores. Por ende, tienen la responsabilidad de hacer una labor transparente y diáfana en la que su independencia sea palpable. Si no lo logran, serán como otros tantos que pasarán al recuerdo como marionetas desechables movidas por los hilos del poder, pero si lo logran, tienen la oportunidad de casarse con la gloria y hacer historia.