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Amet, Autoridad Metropolitana de Transporte, fue un cuerpo especializado en tránsito, concebido por el inquieto guerrillero Hamlet Herman y oficializado en septiembre de 1997, diseñado para controlar el movimiento vehicular en la zona metropolitana, con uniforme diferenciado de las demás dependencias armadas, que cambió los esquemas del antiguo Dept. de Tránsito de la PN, y rompió una tradición de “macuteo” oficial. En el 2004, en un salto hacia atrás, vuelve AMET como una dependencia de la PN. No importa el nombre que le pongan, para cambiar la imagen que la población tiene de ellos, seguirán siendo los “Amé”, únicos “dueños” de una cadena de atropellos, arbitrariedades e ineficiencias garrafales, que aumentó con la incorporación de mujeres, que superan con creces las actitudes de hombres. Todo esto viene a cuento por la flagrante violación constante de leyes en la que infinidad de motoristas incurren, con la indiferencia absoluta de las “autoridades” del tránsito. El desparpajo de los conductores de esos vehículos de dos ruedas raya en lo absurdo, hasta convertirse en el terror de las vías por donde se circula en el país. Los semáforos son artefactos para, los “zoquetes” que respetamos disposiciones, reglamentos y la propia ley, mientras estos malvados se burlan de ellos, se dedican a cruzarse en rojo, con contadas consecuencias y esto sin intervención de los de uniforme verde. La violación de la luz roja de los semáforos es un “deporte” nacional con enorme riego para el “motorita” y gran oportunidad para complicarle la vida al conductor que todavía cree en sus derechos en verde.

Los tapones son, además, una excelente ocasión para exhibir habilidades motorísticas, hacer piruetas de circo, mientras se desplazan “como la jonderdiablo” entre vehículos secuestrados por la inmovilidad. Los elevados, por donde no se supone que transite motorista alguno, son pistas para desplazarse a toda velocidad, con absoluta impunidad, entre vehículos de 4 ruedas con separaciones reducidas. La modalidad del “wheeling” o calibrar el motor con una rueda al aire, representa un enorme peligro para el conductor y para el infeliz que se encuentre en su ciego camino. Han desarrollado técnicas que incluyen devolverse en sentido contrario al tránsito, en loca carrera demoniaca para escapar de los “amé”. Los “operativos” para identificar motores sin documentación, no son más que un “efluvio mental” y además costoso, que nada resuelven. Es muy común que con las “manecillas”, los conductores reciban profundos rayones longitudinales, sin poder responder a la “agresión”. Por violar la ley, para el conductor de motores, no existe sanción alguna, lo que evidencia que el sistema de consecuencias desequilibrado crea un irritante privilegio de los “padres de familia”, y evidencia la incapacidad de una “autoridad” parapléjica.

No han entendido en su pérdida de norte, que este problema que crece exponencialmente, provoca una generalización del irrespeto y pavorosas estadísticas que hablan muy mal de la costosa institución, que no llena las expectativas de una población conductora y sus acompañantes. Hay que rescatar la filosofía y actuación de la AMET original.

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