Hoy quiero ceder mi espacio, de cada sábado, en este prestigioso periódico -testigo y cronista de excepción de nuestra historia- a una profunda reflexión introspectiva de un amigo especial que nos llama y convoca a encontrarnos con valores y principios que están “dormidos en nuestro interior”. Es un texto vibrante, altruista y lleno de alegría y esperanza que le inspiró, según me confesó, una frase de un artículo del escritor Víctor Corcoba Herrero. Sin más, les dejo con la reflexión, tan adecuada -antesala de fin de año (2023)-, de mi apreciado amigo y hermano, José Arismendy Burgos Acosta.
Hoy en día vivimos un mundo a la carrera, pero no porque sea más cambiante debido a los inventos tecnológicos que no teníamos en el pasado, no. El punto es que hoy vivimos a la carrera del otro, buscando parecernos o alcanzar el logro de otros y nos olvidamos de vivir nuestras propias vidas. Si hacemos un ejercicio íntimo consigo mismo y tomamos un espejo y miramos nuestros rostros retrospectivamente como un análisis a nuestro interior, podríamos ver como si el espejo estuviera roto en mil pedazos, como diagnóstico de cómo andan nuestras vidas en alma y espíritu. Es tiempo ya, entonces, de reencontrarnos con nosotros mismos y convertirnos en el poeta de nuestro interior y empezar a descubrir tantas cosas hermosas de nosotros mismos. Reconstruyendo y retomando los cimientos de tus orígenes, origen de por qué antes reíamos o llorábamos, por indicar un ejemplo. Adentrarnos a dar pinceladas de sanación a cada rasgadura que lacera cada uno de los talentos y aptitudes que viven y habíamos dejado dormidos en nuestro interior. Vamos, despertemos esa fiera que vive en nosotros y que debemos domesticar para avanzar y crecer a la altura de una buena madre, de un buen padre, o de un buen hijo, intentemos vivir a la imagen de nuestro Creador, Dios. Ya no lastimemos más nuestras almas, armemos nuestro interior con nuestras mejores herramientas que son: nosotros mismos y todos nuestros talentos. Brillemos y sirvamos de guía como estrella de BELÉN, hagamos de nosotros aquella enciclopedia andante de donde solo surjan ideas y propuestas transformadoras que sirvan de alfombras que amortigüen la caída de aquellos que se rinden en el primer intento. Vivamos y hagamos vivir a otros. Contribuyamos a un mejor mundo de talento humano y espiritual, combinemos nuestros talentos, como riman los versos de nuestras canciones y poemas favoritos o los buenos acordes de un buen merengue, bolero, bachata o un buen reguetón, todo esto podría resultar genial, si lo bailamos al mismo son, sin que parezcamos una imitación. Vivamos como poetas, y no dejemos que las penas desgarren nuestro interior.
Una simple reflexión.