Ahí viene San Valentín con el combo completo de peluches, flores y corazoncitos rojos; cena romántica con velas, música, chocolates y sexo. Bueno, este escenario deja fuera un poco a quienes viven con alguna discapacidad, a juzgar por los escasos datos disponibles.

Si sólo nos llevamos de las historias que cuentan quienes viven con alguna condición física, cognitiva o sensorial, pareciera que tener sexo es incompatible con la discapacidad. Y a juzgar por los datos citados en el estudio Cerámica Rota que Fundación Francina presentó la semana pasada, ni el género ni la sexualidad son temas que entren dentro de nuestra prensa escrita.

Por ejemplo, señalaba José Beltrán, autor del estudio, entre los hallazgos, que 95 de cada 100 publicaciones en los periódicos Diario Libre, elCaribe y Hoy entre 2020 y 2024 carecen de cualquier perspectiva de género, mientras que apenas el 9.3 por ciento de las informaciones publicadas contempla esta perspectiva. También indica que los temas de sexualidad y discapacidad se citan únicamente en el 2 por ciento de las publicaciones.

Los datos tienen mucha relevancia, porque forman parte de un proceso de invisibilización de aspectos naturales de las personas con alguna discapacidad. A ese respecto me vienen tres casos que pueden servir para ilustrar este punto:

El primero, entre el grupo de estudiantes que asiste a Fundación Francina hay una joven de unos 20 años que siempre acude con su madre. Por lo regular, el miedo que ella tiene es que su hija se vaya a dejar convencer por alguien y que decida tener relaciones. La madre ha expresado ese temor con distintas palabras; y claro, uno puede decirse ¿qué problema hay en que una joven de más de 20 años tenga una vida sexual activa?



Segundo, en más de una ocasión, algunos amigos con ceguera han contado cómo quienes no tienen discapacidad los cuestionan por decidir ir a una cabaña o mantener relaciones afectivas ordinarias. Incluso, están esos comentarios del tipo: “Diablo, qué dura está esa tipa, lástima que sea ciega”.

Y tercero, está ese grupo de personas que se asombra cuando escucha a alguien con discapacidad hablando de sexo como lo haría cualquier otra persona. Las expresiones van desde un asombro incómodo hasta la admiración sobredimensionada; y en todos los casos, tiene que ver con la misma idea: las personas con discapacidad no tienen sexo.

En 2023, Carlos Sánchez me invitó a su espacio A Según Podcast, donde celebraba su episodio número 100. Durante la conversación se abordaron distintos temas de parejas y a la gente le llamó poderosamente a la atención que hablara tan abiertamente de una vida sexual activa. Y cuando vi los comentarios que hacían o tuve que responder a las personas que se me acercaban para decir que me vieron en el podcast, me quedó claro que parte de las reacciones tenían que ver con lo chocante que les resultaba una mujer con discapacidad visual hablando de disfrutar como cualquiera de una vida sexual responsable.

Según el diagnóstico participativo sobre violencia de género hacia mujeres con discapacidad en la República Dominicana hecho por el Círculo de Mujeres con Discapacidad (Cimudis), el 78% de las mujeres con discapacidad encuestadas expresó no haber recibido información suficiente sobre educación sexual y salud reproductiva. Además, el 64% afirmó que la información disponible no es accesible ni está adaptada a sus necesidades, lo que limita su conocimiento sobre métodos anticonceptivos y derechos sexuales. En muchos casos, la información que reciben proviene de fuentes no especializadas o de familiares que refuerzan la sobreprotección en lugar de promover su autonomía, como la madre que cité más arriba.

Si sumamos esto a la violencia, el panorama de San Valentín se vuelve menos romántico. Las mujeres con discapacidad tienen hasta 10 veces más probabilidades de sufrir violencia de género, según datos del Fondo de Población de Naciones Unidas (Unfpa). Y eso, sin contar que los niños con discapacidad tienen tres veces más probabilidades de ser víctimas de abuso sexual.

Incluso cuando pueden acceder a servicios de salud, la discriminación sigue presente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que las personas con discapacidad tienen tres veces más probabilidades de que se les niegue la atención médica y, cuando acceden a ella, son maltratadas cuatro veces más que cualquier otro paciente. Y en materia de salud sexual, el panorama es similar: la falta de accesibilidad y de capacitación del personal de salud hacen que muchas personas con discapacidad no puedan acceder a métodos anticonceptivos, revisiones ginecológicas o información sobre infecciones de transmisión sexual.

Para acceder al estudio completo Cerámica Rota: Análisis hemerográfico del tratamiento de las informaciones sobre discapacidad dado por los periódicos Hoy, Diario Libre y El Caribe durante el período 2020 a septiembre de 2024; escrito por José Beltrán y auspiciado por Fondos Canadá para Iniciativas Locales, ingresa al siguiente enlace: https://linktr.ee/fundacionfrancina.

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