En el anterior artículo, me referí a las potencialidades y riqueza histórica y cultural que tiene San Cristóbal para desarrollar turismo ecológico y comunitario y a las cuevas del Pomier que convierten el lugar en capital prehistórica del Caribe, por la cantidad de pictografías y petroglifos que dejaron los taínos hace más de dos mil años en este conjunto de cavernas.
En el discurso de rendición de cuentas del pasado 27 de febrero, el presidente Luis Abinader abordó con responsabilidad el tema de las cuevas del Pomier, también conocidas como las cuevas de Borbón, liberándolas de canteras, palas mecánicas, rodillos, volteos y demás maquinarias pesadas que utilizan las mineras para extraer cal de la zona. Estas cuevas estuvieron seriamente amenazadas por la minería, poniendo en riesgo su conservación.
Por muchos años, las cuevas del Pomier han sido referente de estudios e investigaciones sobre el arte rupestre por parte de arqueólogos, espeleólogos, antropólogos y etnólogos, siendo declarada Patrimonio Cultural de la República Dominicana.
En su interior encontramos figuritas de peces, aves, reptiles, figuras humanas e insectos, que fueron hechas por los taínos con carbón y grasa, manteniéndose intactas, gracias a las condiciones climatológicas que poseen las cuevas.
San Cristóbal cuenta además con otras atracciones muy valoradas por turistas y por la propia comunidad, pero poco conocidas, como es el entorno de la zona llamada Los Cacaos donde se encuentran varias piscinas naturales y el espectacular y mágico habitáculo, una cascada impresionante por la chorrera de agua dulce y cristalina que brota entre las piedras.
También cuenta con el famoso Castillo del Cerro, que mencioné en la anterior entrega, la casa que le construyó el Partido Dominicano a Trujillo en 1949 para que la viviera y que a él nunca le interesó habitar.
Esta casona de 4 niveles, entre otros espacios, es un patrimonio a los pies de la comunidad y del país, utilizada actualmente en la formación académica de privados de libertad de Najayo.
Desde la loma se aprecia una vista panorámica espectacular de la provincia, y hasta se pueden avistar las peculiares torres de negocios y apartamentos de la ciudad de Santo Domingo.
A esta casa, ubicada en el sector El Cerro, fueron llevadas algunas de las pertenencias de la familia Trujillo como camas, comedores, alacenas, mesas, cuadros que simbolizan la cultura dominicana y una réplica, supongo, de la silla eléctrica que usaban los matones para torturar a los opositores del régimen.
Los salones, convertidos en aulas, algunos con murales de Vela Zanetti, llaman la atención de los visitantes. Uno de los más amplios lleva en cada esquina las iniciales del nombre del tirano RLTM.
“Trujillo nunca quiso vivir la casa”, nos comentó la guía, mientras nos mostraba uno de los techos falsos realizados en forma rectangular copado de imágenes y que al tirano no le agradaba porque le parecía la tapa de un ataúd.
Esta casona, al igual que la de Caoba, donde sí vivió Trujillo, patrimonios históricos de San Cristóbal y del país, deben ser rescatados, rehabilitados y convertidos en atractivos museos para el turismo.
La Toma, el icónico centro turístico que una vez fue el lugar de diversión más importante, también debe ser reacondicionado. Actualmente, luce desarmonizado y poco atractivo, excepto la vegetación incólume que lo rodea.