Para algunos es fácil decirnos cómo, pero a muchos eso no nos ayuda. La personalidad de cada uno, unida al momento de vida y episodio que le llevó al piso es que determina la fórmula a usar. Cada caso es único.
Al bajar del Pico Duarte tuve varios episodios que me pusieron en claro este tema. Había subido para ambientar mi libro Alcanza la Cumbre y mi ánimo era mayúsculo. Estaba en forma, venía de entrenarme por meses para correr un maratón y lo había realizado en un buen tiempo.
Al subir no me caí. Pero al bajar conocí el piso en varias ocasiones. En la primera sentí mucha rabia, sé que me descuidé en mi concentración. Llovía mucho, el camino empinado estaba enlodado y el agua corría por él. Sabía que cualquier descuido me llevaría al piso. Y me descuidé.
La segunda vez pensé quedarme sentado en el lodo mientras el agua mojaba mis entrañas. Mi personalidad me decía que había vuelto a fallar. La situación me aconsejó: si no me levantaba me llegaría la noche. No era opción quedarme lamiendo mis heridas.
Cuando en la vida tenemos la posibilidad de no levantarnos, quizá nos damos la vuelta y ahí nos quedamos. Por lo que jaquear la mente sería la mejor opción.
Nuestra personalidad nos puede hacer seguir, somos perseverantes. Puede llegar un momento de flaqueza o de hastío que debemos afrontar; de lo contrario, seremos perseverantes en abandonar.
Quizá no debemos intentarlo solos, porque al introducirse el gusanito del derrotado en nuestra mente, puede ser difícil vencerlo. Ayuda externa suele ser la solución.
A los luchadores individuales nos da trabajo aceptar esa ayuda. Solo nos salva el volver a enfocarnos en nuestro objetivo y convencernos de que podemos lograrlo. Y de no conseguir ese convencimiento, debemos hacer otro plan, o uno para un nuevo objetivo… pero nunca quedarnos en el piso.
¿Puedes revisar alguna caída que hayas tenido hace poco y aún estés en el piso? Puedes levantarte ya.