Según Bertrand Russell, el poder sobre la opinión se consigue mediante “la cultura y la sapiencia reales o supuestas”. Sin embargo, este tipo de poder decrece en la actualidad y era mayor “en las comunidades salvajes”. En Europa, cerca del año 1000 después de Cristo, se consideraba al papa Silvestre II como un mago “porque leía libros y, en consecuencia, era capaz de aumentar el poder de la Iglesia inspirando terrores metafísicos”. (p. 42).
El puesto del sacerdote fue tomado por el intelectual en la edad media, “pero la difusión de la cultura le ha arrebatado el poder”. Podríamos agregar a mayor facilidad de acceso a información, menor poder del intelecto. Obvio, se debe tener criterio para asumir las informaciones correctas, pues el exceso sin orden y control también puede ser negativo y construir el orden social sin crítica objetiva, sino más bien como un espectáculo (Vargas Llosa).
Ahora, ¿de qué depende el poder de un intelectual? Según Russell “de la superstición, de la veneración por un encantamiento tradicional o por un libro sagrado”. Agrega que “algo de esto sobrevive en los países de habla inglesa, como puede verse en la actitud de los ingleses con respecto a las ceremonias de la Coronación y en el respeto de los norteamericanos por la Constitución”. (p. 42).
Es decir, el poder del intelectual, más que por poseer conocimientos auténticos, dependía de la superstición o por la “supuesta posesión de poderes mágicos”. Hoy, el hombre de ciencia, tan importante para los avances que muestra nuestra sociedad, le ha quitado el velo de misterio a la labor del conocimiento, y por vía de consecuencia, poder. “La razón de esto –según Russell- es que el conocimiento científico, aunque difícil, no es misterioso, sino que está abierto a todos los que se tomen el trabajo de adquirirlo”. Por lo que concluye que “el intelectual moderno, en consecuencia, no inspira temor, pues se le considera un simple empleado”, y terminan “descontentos con el mundo moderno” al ver que sus actividades no les generan prestigio.
De esta forma el intelectual, con menos poder que sus predecesores, tiene ante sí un camino bifurcado: se adhiere al poder y los poderosos, para justificarlos teóricamente, por prebendas; o los cuestiona de forma objetiva, destructiva si es necesario, y constante. Es decir, o asalariado del poder o conciencia crítica.
Dentro de esta última línea e inscribiéndose dentro de una larga tradición occidental de escritos contra el “todo”, está la colección de artículos del intelectual y escritor mexicano Jorge Volpi: “Contra Trump”, subtitulado “Panfleto urgente” (137 páginas). El texto recoge artículos escritos entre 2016 y 2017.
El título, como el mismo lo sugiere, lo toma del texto de Carlos Fuentes “Contra Bush”, del cual escribimos hace unos años una Pincelada. Volpi, en sus artículos, llama a Donald Trump “demagogo sin escrúpulos” y afirma que conquistó la Casa Blanca “con la decisión de imponer un régimen autoritario y xenófobo que solo la corrección política impediría llamar fascista”.
Recuerdo este artículo que publiqué en el 2018, por ser un tema que, palabras más, palabras menos, mantiene una firme actualidad.