La educación, decencia y el buen comportamiento son dones que han perdido vigencia en muchos segmentos de la sociedad. Eso se demuestra en la forma inapropiada de conducirse de muchos en los hogares, centros de trabajo y vía pública.
El saludo, la cortesía y dar gracias de manera espontánea parece que se los llevaron nuestros ancestros a la tumba, sin dejárnoslos como una valiosa herencia.
En las vías públicas, principalmente de las grandes ciudades, como la capital y Santiago, los conductores no ceden ni un ápice de espacio a otro. Por el contrario, muchos se dedican a robarnos esos sitios, cuando se colocan delante en la entrada de puentes y elevados, en perjuicio de quienes hacemos la fila en el carril correcto.
Ese manejo temerario, además de mostrar falta de respeto y educación, constituye una violación a Ley 63-17, de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial, realizada sin las consecuencias establecidas en esa legislación.
En los centros de trabajo, aunque a todos los colaboradores se les pague por realizar una labor, se debe incentivar las prácticas de las normas de cortesía hacia adentro y hacia afuera.
Saludar con una agradable sonrisa, decir gracias, aunque sea por un servicio pagado, son buenos gestos para todos, que conducen hacia una mejor convivencia.
La enseñanza del árbol de la cortesía es responsabilidad de los padres y tutores. En los centros educativos solo debe ser reforzada con la exigencia de su práctica a diario de profesores y estudiantes.
Aprovechemos estos tiempos de asueto, frescura por la Navidad y la llegada de un nuevo año para realizar los cambios personales necesarios que nos conduzcan a vivir en un ambiente más amable y feliz para todos. La buena convivencia es responsabilidad de todos.