La política dominicana -y su extensión en el ejercicio del poder- todavía se expresa y concretiza en una suerte de relaciones primarias, instintos y “amigos o allegados”, mientras lo institucional y el respeto a la meritocracia -partidaria o de otra índole- es, como me dijo alguien, un discurso barato de campaña o sofisma para incautos. Y basta comprobarlo en cada transición de gobierno, no importa partido, al observar cómo los rostros que dieron las caras, salvo algunas excepciones, y se las jugaron desaparecen y son sustituidos por figuras o personajes que estaban en la sombra. Por ello, se ha dicho, con razón, que, en todo proyecto presidencial hay dos gabinetes: el de campaña -que lo deja todo tras una quimera- y el de los intereses ocultos.
¿Quién no habrá vivido -si hace o hizo política-, en carne propia, tan dura realidad? Solo quien no haya asumido compromisos o entrega a una causa desde una trayectoria partidaria y responsabilidades diversas (muchas veces a un alto costo personal y familiar), para luego ser ignorado o marginado, pues en nuestro país, aun, política y poder se ejercen y realizan bajo el telón de las relaciones primarias y de los “amigos o allegados” -sin importar méritos, sacrificios o fidelidad-. Todo sucumbe ante esa “subcultura política” de degradación ruin sobre lo que debería ser el ejercicio de la política y el poder: impactar favorablemente una sociedad e implementar la meritocracia desde el nivel más alto al más bajo. Pero no, se prefiere al que invirtió, al desleal; o peor, al otrora adversario.
A lo anterior, súmele el descrédito de los políticos -ganado a pulso- por sus actuaciones públicas cuestionables y priorizando esa “subcultura”. Y los más culpables-responsables, de tal predominio, son los líderes y sus satélites o segundones que no toleran críticas ni contrarias como si los demás fueran eunucos que no ven y tienen que aplaudir y callar glotonería y ambiciones desmedidas. Porque, al fin y al cabo, es un determinado partido o gobierno el que termina desacreditado o en bancarrota política-electoral. Ejemplos tenemos de más…
Sin embargo, ya está llegando el día en que, partidos -o lo que queda de ellos-, líderes, ejercicio de la política y del poder, se haga de otra forma y bajo otros paradigmas. En consecuencia, no veo la hora de que ese proceso dialéctico nos libere de tantos negociantes de la política. Y que conste, no concibo el ejercicio del poder como monopolio exclusivo de un partido, élite o claque gobernante equis, pero espero, al menos, ese día para rememorar, satisfecho y esperanzado, al presidente Mujica cuando dijo: “A los que les gusta mucho la plata hay que correrlos de la política”.