Venezuela ha estado atrapada en una crisis cuyo principal responsable es un Presidente ilegítimo y usurpador entregado a los intentos fallidos de imitar al anterior, pues aún con los mismos dotes de tirano le falta capacidad, talento e inteligencia y le sobran unos cuantos trastornos mentales.
El modelo que impuso Nicolás Maduro no sólo es obsoleto y, como en Cuba, ha fallado en todos los lugares donde ha sido probado, sino que además para cualquiera con un poco de juicio era fácil predecir que era una bomba de tiempo que conduciría a situaciones graves, pues conlleva un extremo atentado a las libertades que no es sostenible en el tiempo.
Los eventos de los últimos años en Venezuela son tristes pero no sorprendentes. Constituyen un capítulo esperado de un libro lleno de violencia, dictadura, falta de alimentos y productos básicos, censura y, entre tantas otras cosas, violación de derechos humanos. Se trata de la consecuencia lógica de un Gobierno encabezado por alguien que no entendió lo que era ser un mandatario y menos aún comprendió que el pueblo soberano debe ser representado, no abusado.
La promulgación y aplicación de una ilegítima e inconstitucional “ley habilitante” para permitir al Ejecutivo pasarle por encima el Congreso, las detenciones arbitrarias de periodistas, estudiantes y de líderes de la oposición, los arrestos y saqueos para la imposición de un irracional “control de precios”, la exorbitante inflación, una devaluación sin precedentes de la moneda, la permanente escasez de bienes prioritarios como carne, leche o papel higiénico, la falta de acceso a medicamentos esenciales y mucho más, llevan a una inevitable pregunta: ¿Qué esperaba Maduro de los venezolanos? ¿Resignación eterna a una vida de injusticias?
El “ya está bueno” ha llegado para quedarse a un pueblo cansado de la represión y la dictadura. Y llegó con apoyo de una comunidad internacional que ha dejado claro de forma activa y contundente que no seguirá respaldando por acción u omisión un nivel de abuso que se ha traducido incluso en crímenes de lesa humanidad.
A los numerosos países que apoyan al pueblo venezolano y su actual Presidente interino legítimo Juan Guaidó (que constituyen una abrumadora mayoría) se han unido casi todos los organismos multilaterales para respaldar a una sociedad maltratada y ayudarla a defenderse de su cruel verdugo, impulsar la salida de una vez y para siempre de quien con mayor precisión ha representado la involución para Venezuela, y lograr por fin el regreso a la libertad.