El presidente Luis Abinader expresó que a pesar de que una reforma fiscal es necesaria, ahora mismo no hay condiciones para implementarla y debe posponerse para el año próximo. Es una buena reflexión del presidente, pero es un deseo que solo pospone una discusión que va a generar muchas situaciones difíciles para las actuales autoridades del país.
En varias ocasiones he afirmado que de lo que se trata no es de hacer o no hacer una reforma fiscal, sino de saber hacerla. La situación de convulsión social de Colombia, producto de la intención de implementar una reforma fiscal, es un espejo para nosotros. Debe evitarse que la estabilidad política y social de la nación dominicana sea afectada, pues a nadie le conviene que el país se desestabilice.
Desde hace unos años, al abordar esta misma temática, expresé que de lo que se trata es de tener una nueva visión y una diferente forma de actuación en la ruta de construir la sociedad que todos aspiramos. Todos los sectores del país están conscientes de que debe haber un profundo cambio social, que se debe enfrentar la pobreza, que se deben crear grandes cantidades de empleos y que se debe trabajar para disminuir la inequidad social que corroe nuestra nación. Y más aún en medio de esta grave crisis económica que ha provocado la pandemia del covid.
En tiempos de crisis resulta muy difícil que se desarrollen una serie de programas sociales orientados a esos fines sin un estado fuerte y con recursos suficientes. Pero es un gran reto mantener esos programas. Las naciones que han logrado salir de los niveles del subdesarrollo y han alcanzado un bienestar considerable para sus habitantes poseen una gran cantidad de recursos aportados por esa población y los sectores productivos que son los más beneficiados de la estabilidad y el crecimiento. La presión tributaria de nuestro país, es decir la relacion entre el producto interno bruto y el monto de los ingresos por impuestos, es de tan solo 14 %, una de las más bajas de América Latina. Si tomamos en consideración que, en tiempos normales, solo con el 4 % a la educación, el servicio de la deuda, la nómina pública y el porcentaje de los ayuntamientos, se consumía casi el 10 % del PIB, entonces solo quedaba un escaso 3 por ciento para todas las demás funciones del gobierno, incluídos los planes sociales en proyecto. Con la caída abrupta de los ingresos fiscales fruto de la pandemia, esta realidad se torna aún más negativa.
En tiempos normarles los países que han logrado aumentar el bienestar de su población, poseían una presión tributaria mucho más alta porque sus pueblos y sus clases dirigentes entendieron que el progreso y el desarrollo cuestan. Antes del covid, Brasil tenía una presión tributaria de un 34.6 %, Argentina de 31.6 %, Uruguay de 25.1 %, Nicaragua de 22.2 %, Ecuador de 17.9 % y Perú de 17 %, todos muy por encima de la nuestra. Y si vamos a los países desarrollados la realidad era brutalmente diferente: Dinamarca tenía una presión tributaria de 48,2 %, Finlandia de 43.1 %, Bélgica de 43.2 %, Francia de 41.9 %, Italia de 43.5 %, Suecia de 46.4 %, Holanda de 39.1 % y Alemania de 37 %.
Eso evidencia que es necesario que cuando abordemos con seriedad la reforma o el pacto fiscal debemos tener presente que para lograr desarrollar grandes transformaciones sociales y poder aumentar el bienestar de todos los dominicanos, cuando se decida hacer una Reforma Fiscal debe ser integral y moderada, que tome en cuenta la nueva realidad económica, que se vea con una nueva visión, que busque incrementar la presión tributaria de manera justa, equitativa y que no lleve a seguir aumentado la carga a los que menos pueden.