El presidente Luis Abinader y el Partido Revolucionario Moderno han colocado como una de sus prioridades del llamado cambio que representan, la propuesta de una reforma constitucional que implica, según ellos, una transformación necesaria para adecuar la carta magna a los tiempos modernos.
Las intenciones del presidente Abinader son muy buenas y, hasta cierto punto, muy loables. Pero el camino que utilizó para tratar de lograrla no fue el más correcto, ni el más conveniente. Llevó la reforma de forma directa al Consejo Económico y Social, sin entender que la historia política dominicana enseña que de la única forma que se han logrado las reformas constitucionales importantes, es cuando se hace un Pacto Político entre los principales partidos que tienen representación en el congreso.
Y como el presidente ni el PRM no conversaron con las fuerzas políticas de oposición antes de llevar la propuesta a un mecanismo que, como el CES, es un ente operativo de los acuerdos previos de los partidos, se sembró una gran duda. El PLD y la Fuerza del Pueblo miraron más allá de la curva y entendieron que detrás de las buenas intenciones del presidente Abinader, hay un gran temor del PRM de cara a las próximas elecciones a propósito del 50% para ganar en primera vuelta.
Ese temor tiene un elemento central y es que, ante las dificultades que está provocando el proceso inflacionario en la imagen del gobierno, el presidente-candidato del PRM no pueda alcanzar el 50% más uno en la primera vuelta. Y si en una segunda vuelta enfrenta a una oposición unida, es casi seguro que el PRM pueda ser desplazado del poder. Ese temor del partido de gobierno se acrecienta más y más ante las graves dificultades inflacionarias que se avizoran con los efectos de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Es por eso que el presidente de la República y el PRM muestran desesperación por reunir una asamblea revisora de la constitución. Pero la oposición mira con mucha ojeriza esa urgencia, pues si bien podría ser cierto que el mandatario no tenga intención de colocar otro tema que los que ha planteado, nadie garantiza que después de instalada esa asamblea aparezca un legislador del PRM, “desobediente e insubordinado”, que coloque en agenda la reducción del 50% a sólo un 40% para ganar en primera vuelta. La historia del congreso dominicano nos muestra que ningún partido garantiza control total de sus legisladores, para el cumplimiento fiel de la agenda previamente acordada para las asambleas revisoras de la constitución.
A esa realidad se une el hecho de que el ex presidente Fernández ha demostrado que todas las reformas políticas que ha propuesto el PRM se pueden hacer a través de leyes discutidas en el congreso, sin necesidad de modificar la constitución. Todo eso es lo que explica el por qué en esta semana el PLD y la Fuerza del Pueblo retiraron sus delegados de la comisión del CES que está apoderada para la discusión de la reforma constitucional. Y ese retiro de las dos fuerzas políticas que, después del PRM, son las mayoritarias en el congreso, es un golpe demoledor a esa pretendida reforma.
Esa decisión unida y coordinada de los dos partidos mayoritarios de oposición ante la propuesta de reforma constitucional, es también una señal para el futuro. Así como hace casi dos años se produjo una abrupta e injustificable división entre los dos líderes políticos de esas fuerzas, que siempre habían tenido sentido de la historia, en este momento se puede producir un acercamiento de conveniencia y esperanza para ambos. Y la posibilidad de ese acercamiento y de un posible pacto es que tiene al PRM y al presidente Abinader con un justificado temor.