La madrugada del 8 de abril de 2025 quedará marcada en la memoria colectiva de la República Dominicana como una de las más trágicas de su historia. El colapso del techo de la emblemática discoteca Jet Set en Santo Domingo, durante una presentación del merenguero Rubby Pérez, ha dejado un saldo devastador: más de doscientos fallecidos y casi doscientos heridos. Sin dudas, como tituló el periódico El Día, el hecho más trágico de la historia del país por causas no naturales.
Entre las víctimas se encuentran figuras importantes de la clase empresarial, del arte y la música, de los deportes y de la política nacional.
Y junto a ellos ciudadanos de todos los niveles sociales, que no tenían la trascendencia pública de aquellos, razón por la cual no llenan titulares en los medios, pero que hoy son llorados por sus deudos ante la trágica, súbita e irreparable partida.
La tragedia nos afectó a todos, directa o indirectamente. También, por otro lado, nos unió, mostrando un alto grado de solidaridad en tan infausto momento, en donde los reales héroes fueron los rescatistas, que tampoco tienen titulares. Al respecto, escuché a una sobreviviente, internada en una clínica, decir que al estar atrapada y ante la desesperación tendió la mano en busca de ayuda y agarró la de alguien que estaba fallecido, y que en ese momento una rescatista le tendió la mano y le dijo: Agárrame a mí, que estoy viva. Dame tu mano, para ponerte un suero e hidratarte. Y que luego colocaron unas maderas para sostener el peso de los escombros que la aplastaban y así poder sacarla.
Pero este suceso no solo enluta a las familias de las víctimas, sino que también plantea serias interrogantes sobre las condiciones de seguridad en los establecimientos públicos y la función de las autoridades en materia de supervisión y prevención.
Es imperativo que las autoridades competentes realicen una investigación exhaustiva para determinar las causas exactas del colapso y establecer responsabilidades. Asimismo, es necesario revisar y reforzar las normativas de seguridad y mantenimiento en lugares de concurrencia masiva para prevenir que tragedias como esta se repitan en el futuro.
La consternación y tristeza embargan a la nación. Debe haber responsabilidades al respecto. Aunque, en este momento, en que el dolor que será eterno es aún tan reciente, la solidaridad y el apoyo mutuo se convierten en pilares fundamentales para la reconstrucción del tejido social.
Es esencial que, como sociedad, aprendamos de estas dolorosas experiencias y trabajemos juntos para garantizar la seguridad y el bienestar de todos los ciudadanos.
La partida de Rubby Pérez deja un vacío inmenso en el mundo del merengue y en el corazón de los dominicanos. Su legado musical perdurará en el tiempo, recordándonos la alegría y el orgullo de nuestra identidad cultural. Hoy, más que nunca, es momento de unirnos en el dolor, honrar la memoria de los que se han ido, reconocer a los rescatistas y comprometernos a construir un país más seguro y resiliente. Lo judicial, y el debido establecimiento de responsabilidades al más alto nivel y sin “paños tibios”, deben venir después.