Conocí al doctor Rafael Molina Morillo a través de mi amiga y colega Yanet Féliz, quien me recomendó para escribir en la sección Revistas del Listín Diario. Apenas empezábamos a recorrer el camino del periodismo. Trabajaba en ese momento en un suplemento cultural para el periódico El Siglo, luego de haber agotado un tiempo en la sección de Espectáculos.
Con la dedicatoria “A mi amiga desconocida”, recibí su libro Personalidades Dominicanas, el cual acababa de publicar. Fue la oportunidad para conocerlo y establecer conexión con él. Hablamos de temas del diario vivir y del periodismo. A los pocos meses de haberlo conocido, me llamaron para trabajar como parte del equipo de Ritmo Social.
Ahí empezó la relación de trabajo que se hizo cada vez más cercana. Conocí a algunos de sus hijos y por supuesto a su distinguida esposa, doña Francia Espaillat. En la sección de Revistas estuve hasta que el doctor Molina fue designado director ejecutivo del periódico, quien con voz pausada me dijo: ¿te vas conmigo a la redacción o prefieres quedarte en Revistas?
La respuesta fue obvia, pasé a formar parte de la redacción central del periódico, donde permanecí por varios años. Pasó el tiempo y mientras laboraba para El Siglo, en una nueva etapa de crecimiento profesional, fui contactada para formar parte del equipo de la revista AHORA, relanzada en el año 2000 con un nuevo diseño y concepto, y donde Llegué a ocupar la jefatura de Redacción hasta su cierre en 2004.
El pasado 2 de abril se cumplieron ocho años de la partida física del doctor Molina. El periódico El Día, medio fundado y orquestado por él, y que dirige José Monegro, publicó hace poco una biografía extensa -tal y como fue su vida- sobre sus aportes al periodismo, a la diplomacia y a la sociedad.
Su preparación académica, sus primeros años como reportero, su pluralidad y el don de gente que siempre dispensó a los que le rodearon. Caballeroso, culto y sobre todo vanguardista, un excelente ejecutivo de medios.
Molina Morillo fue siempre un tenaz defensor de los derechos humanos y de las libertades públicas. No le tuvo miedo a nadie, ni a nada, excepto a las cucarachas, estos insectos detestables que provocan lo que llamamos blatofobia.
Como anécdota curiosa, recuerdo el día que bajé hasta el parqueo del periódico Hoy, cargando algunos libros de su biblioteca personal y mientras subía a su Peugeot color champagne, vio el celaje de una “curiana” como le llaman algunos a las pequeñitas de esa especie y salió corriendo del vehículo. Le advirtió a su chofer muy en serio que mientras no mostrara el “cadáver”, no se montaba.
Fue un agudo escritor de temas de interés político y social, además de altruista y filántropo. Mantuvo durante muchos años su leída columna Los Buenos Días, también llevado a la radio por Zol106 como Los Buenos Días con Molina Morillo, un toque de queda cada mañana, conducido además por el doctor Luis Ramón Cordero, su cuñado y amigo de toda la vida; Miguel Febles y en algunas entregas estuve como invitada. También hacía el programa de televisión Rueda de Prensa junto a la comunicadora Jacqueline Morel.
El doctor Molina Morillo llevó una vida modesta, pero siempre actualizado. Su laptop y su celular fueron sus inseparables herramientas de trabajo, al igual que los libros.