En los últimos meses el tema de la inflación ha estado muy popular. Economistas y políticos analizan las diferentes causas, unos haciendo análisis estrictamente económicos; otros, análisis con picante político.
Lo cierto y visto desde la óptica de un empresario, que es el que paga definitivamente las cuentas, hay que empezar por marzo del 2020, la economía mundial venía creciendo a niveles nunca vistos.
Llegó la pandemia y algo impensable, esa rueda del desarrollo se paró por completo. Desempleo a niveles de la crisis del 1930, empresas grandes con serios problemas económicos y pequeñas desapareciendo.
El turismo colapsó, los viajes aéreos y marítimos, excepto los de carga de mercancías, fueron totalmente suspendidos y a muchos países, nosotros incluidos, la producción agrícola sufrió grandes pérdidas al desaparecer el turismo y los viajes de negocio.
Se generó de repente un exceso de producción alimenticia, fruto del cierre del turismo; para el consumidor fue un gran alivio porque los precios se redujeron de forma impresionante.
Recuerdo un amigo productor de bananos que regalaba todas las semanas un camión porque no tenía mercado y prefirió ayudar a los que no tenían cómo comprarlos.
No existía un instructivo de los bancos multilaterales y mucho menos del Fondo Monetario, nadie sabía qué hacer, todos aprendíamos día a día. En nuestro caso, siempre he dicho que las elecciones nos ayudaron mucho.
No se tomaron las medidas tan drásticas que otros países tomaron y hoy lamentan porque había que hacer campaña y un cierre total implicaba más pérdidas de empleos y más hambre, se perdían votos. ¡Qué bueno que nos tocó en medio del proceso electoral!
Poco a poco empezamos a recobrarnos, el papel de la industria resultó ser fundamental, nunca paró, evitando desabastecimiento y el malogrado sector agrícola empezó a producir de nuevo, teniendo en cuenta los ciclos de producción y para los economistas les recuerdo el teorema de la telaraña que aplica al sector agrícola donde necesariamente hay que esperar el tiempo de las cosechas y existe una relación entre demanda y precio.
Como no existía el manual al que me refería, cada economía hizo lo que dirigentes y empresarios entendían lo mejor. El factor común fue las toneladas de dinero que se inyectaron en las economías, en condiciones muy favorables para poder arrancar.
Ahí viene la mejor frase que he oído y fue del amigo Pavel Isa, cuando describía que en nuestro país sucedió una explosión económica. Préstamos en pesos a tasas bajas; las autoridades regulatorias eliminaron temporalmente muchas de las exigencias de clasificación para que las empresas realmente afectadas accedieran al crédito.
Igual hacían los demás países que nunca previeron la explosión de Pavel, sin tener suficientes materias primas y la enorme distorsión en la cadena de suministro que la avaricia de las navieras creó, lo que generó una inflación externa. Aumento en el precio de contenedores casi diez y siete veces más alto que antes de la pandemia.
Estados Unidos, que siempre ha tenido una inflación controlada, sufrió también los factores externos, los excesos de estímulos le crearon problemas. Muchos se sintieron más cómodos en sus casas esperando los cheques de apoyo, creando un déficit de mano de obra, cuyo resultado fue un desabastecimiento con aumentos de precio: inflación.
Las materias primas en todo el mundo duplicaron, triplicaron y más, sus precios y con limitación en las cantidades, hacía la producción más difícil y los precios más altos, commodities, abonos agrícolas, todos a precios inimaginables. Nada que ver con factores locales. Sin embargo, nos encontramos con un consumidor ávido de salir a comprar bienes no servicios.
Las ventas fueron también explosivas y en una conversación con el presidente Abinader sobre las ventas, con una muy agradable sonrisa decía que el director de la DGII, Luis Valdez, estará muy contento el próximo año.
El pago de impuestos sobre beneficio será tan alto que muchas empresas tendrán que recurrir a sus líneas de crédito para poder pagar; pero, sin dudas, uno de esos problemas agradables, sobre todo, cuando como ahora los impuestos se están utilizando mucho mejor.
Esas presiones inflacionarias deben empezar a bajar hacia el segundo trimestre del 2022, reducción en los precios del petróleo, la producción mundial mucho mejor, hará que los precios bajen y aunque recibiremos menos remesas, tenemos una recuperación sin precedentes del sector turístico con más de sesenta mil habitaciones, con la mayor reserva de boletos y de vuelos del área del Caribe y México.
Esa explosión en nuestro país, le ha traído problemas a un sector eléctrico que no estaba preparado para un aumento de la demanda del 12 % hasta de un 15 %, pagamos la consecuencia de no haber licitado otra planta en el 2018, como lo establecía el estudio de oferta del sistema eléctrico 2010-2030. Sin dudas, no ha sido responsabilidad de la presente Administración.
Tendremos entonces un 2022 muy estable, los factores externos que han generado inflación irán estabilizándose, el propio consumidor ejercerá presiones para bajar los precios y a pesar de que tendremos aumento del salario mínimo, siempre he sido de la idea que eso no genera inflación, ya es un salario consumido hace tiempo con deudas.
¿Podría haber sido mejor el manejo de la inflación?
Definitivamente no, el gobierno no controla el precio del acero, de la madera, de los commodities. Creó las condiciones para que hoy el nivel de empleo sea mayor que antes de la pandemia y el control de la corrupción tiene un componente muy positivo en el gasto del sector público que también ayudará a crecer sin inflación.
La conclusión es que la inflación ha sido consecuencia de factores externos, una pandemia que lo cambió todo, pero un 2022 con mucha mejor perspectiva en cuento a los precios se refiere. l