En pocos días, el sistema educativo dominicano afrontará una nueva prueba con la apertura de la docencia pública en la modalidad presencial, luego de casi dos años acogidos a la virtualidad, como consecuencia de la entrada del covid-19, considerado el virus más letal que ha registrado la humanidad.
Aunque las universidades y el sector privado, en su condición de empresas, se rigen de manera diferente, la instrucción pública requerirá de una entrega especial de las autoridades, sobre todo, porque dos aspectos importantes de la vida tendrán que ser combinados de manera muy especial, la salud y la educación.
Miles de niños, niñas, adultos y maestros, tendrán que poner todo empeño, para que el reinicio de la docencia presencial no se convierta en otro dolor de cabeza para la familia dominicana, como ha ocurrido con la pandemia.
La seguridad de las edificaciones, el distanciamiento social y las reglas de sanidad emanadas de las autoridades de salud, la mejoría del docente en términos salarial y seguridad social, serán también herramientas de gran valor en el ejercicio de este sacerdocio, ante la impostergable tarea de erradicar el analfabetismo y mejor la calidad de vida y conocimiento de cada ciudadano.
La inversión en educación, como en salud, son pasos de trascendencia para alcanzar el desarrollo sostenido de cualquier nación y República Dominicana se ha montado en ese tren con el propósito de alcanzarlo. La colaboración y entrega de los padres y tutores será ahora más efectiva y necesaria que nunca, pues fue mucho lo que aprendimos en este ciclo de virtualidad, de encierro con el aula en la casa y el chillar infantil presente de manera permanente.
Ya está decidido y las autoridades garantizan que todo ha sido medido y bien planeado para acudir a la presencialidad con grandes probabilidades de éxito.
De ser así, saludamos el paso, pero con la advertencia de evitar cualquier descuido que nos haga perder el trayecto recorrido. Auguramos el mayor de los éxitos.