El ejercicio periodístico requiere con marcada urgencia una reingeniería o al final este oficio o profesión tendrá menos valor que tomar un pico, una pala o una llana en la albañilería.
Es vergonzante sintonizar noticiarios de televisión con reporteros y corresponsales que ni saben hablar, ni asumir la narración de un hecho, sometidos a las reglas gramaticales de estilo y a los códigos de la Comunicación, confunden problema con problemática, noticia con información, crónica con historia, publicidad con propaganda y Relaciones Públicas con acción de prensa, y se pierde el respeto al periodismo.
El auge de las redes sociales, las fakes news, los llamados comunicadores sin formación académica, han hecho de este noble y otrora respetado oficio el hazmerreír de los intelectuales conscientes y de los profesionales preparados que ahora ven en el ejercicio una práctica sin valor que pierde aceleradamente su esencia.
Ahora, cualquiera con dinero crea proyectos comunicativos, compra canales, emisoras y crea medios digitales como forma comercial de aumentar sus ingresos y quien tiene con qué accede fácilmente a los espacios en esos medios sin importar su capacidad, preparación o escrúpulos.
Hoy por hoy, esos medios han sido tomados por políticos frustrados, gente de baja ralea, profesionales fracasados de otras áreas que, han encontrado espacio como pseudocomunicadores. Todo el que pierde el norte en una profesión se engancha a comunicador o a relacionista, sin que haya una estructura que asuma con responsabilidad este desatino ni exija consecuencias.
Incluso, políticos de todos los partidos, empresarios y personas de vivir dudoso, aprovechan esta debilidad para dañar honras, perseguir prebendas, actos de chantaje, extorsionar y posesionarse como santos en medio de sus infiernos, incluyendo el tráfico de influencias, armas, drogas, lavar dinero y la trata de personas.
El Poder Legislativo, el Gobierno y la Justicia, así como las entidades que aúpan a los medios, las universidades y las entidades vinculadas al periodismo, deben propiciar mecanismos destinados a crear verdaderas regulaciones, para retornar la honradez, la objetividad, la calidad, capacidad y respeto a los medios informativos y a quienes desde ellos sirven a la sociedad como intermediarios entre los sujetos, las noticias y los receptores. Salvemos el periodismo.