Cierto es, el problema del tránsito matizado por el desorden causado por motoristas desaprensivos, camioneros irresponsables, patanistas fuera de juicio y control, así como por la desidia y falta de autoridad de los agentes responsables de su control, ha sido un terrible dolor de cabeza para los gobiernos y autoridades nacionales, provinciales y municipales.
De igual manera, la soberbia y empoderamiento de los dueños de sindicatos, rutas y empresarios del ramo, así como la circulación de chatarras y la falta de agentes correctivos, dejan la sensación de que los dominicanos vivimos en una selva y los conductores prudentes ya tienen miedo de salir a las calles.
Es triste decirlo, los agentes de la Digesett, dejaron de ser lo que eran cuando se crea la AMET, los motoristas se burlan de ellos violando semáforos y todas las señales ante su presencia y convierten cada parada en un infierno para quienes tratan de cumplir con el mandato de la ley.
Los denominados agentes de tránsito, con honrosas excepciones se la pasan chateando y acechan en lugares específicos, para buscar a quien multar, pero no se meten con motoristas, carros públicos, camiones ni patanas, sino con quienes estiman que están llamados a pagar.
La situación es cada vez más grave porque la falta de respeto y la imprudencia se imponen y aunque el Gobierno ha tomado medidas para tratar de regular el tránsito, ha faltado la decisión de reformular la Digesett, para establecer mecanismos de cumplimiento efectivos de la legislación sobre la materia y sancionar a quienes la violen sin contemplación.
El caos en el tránsito es un problema de igual envergadura que la criminalidad, el narcotráfico, la inmigración sin control y otros que causan elevados niveles de estrés y con ello diversas enfermedades.
Es tiempo centrar esfuerzos en controlar este grave problema sin importar los compañeritos, camaradas, compatriotas o amiguitos, porque la paz del país, la salud de los ciudadanos y la convivencia pacífica, han de estar por encima de todo. ¡Ojo con la Digesett!