En la medida en que los valores morales involucionan en la humanidad, la gente confronta interesadamente el nivel de sus derechos con el compromiso de sus deberes, ganando con creces la batalla. El yo primero que el nosotros.

La gente siempre reclama los beneficios que le corresponden, la obligación de los demás de respetar sus derechos y reclamos, pero jamás registra en ningún punto de su agenda la obligación que tiene para con los otros, incluidos los deberes con su propia familia, la sociedad en que se desenvuelve o la nación en que vive.

Los grupos sociales, partidos políticos, gremios, Justicia, militares y policías, maestros, estudiantes, padres, hijos, religiosos, los de izquierda y de derecha, los que trabajan y los vagos, privilegiados, desprovistos, justos e injustos, tienen siempre una sola línea que es el reclamo de lo que consideran sus derechos.

En el caso particular de República Dominicana, la situación es marcadamente grave. Tanto, que la escuela va en picada, salvo honradas excepciones y los grupos profesorales solo buscan reivindicaciones, pero jamás abogan por la calidad de la docencia ni por la mejoría en la preparación en materia educativa.

Muchos estiman que el interés económico ha sido colocado por encima de la vocación, la moral hostosiana fue excluida de las escuelas y hoy por hoy no hay respeto de maestros a alumnos y viceversa. La solemnidad en la Iglesia ha disminuido, el conductor es dueño de las calles, cualquiera destruye para que el Gobierno o la autoridad construya, porque todos tenemos derechos, pero jamás leemos la cartilla de los deberes.

La humanidad transita por caminos peligrosos y el temor a Dios es cada vez menos sincero y cierto, lo que deshumaniza la convivencia colectiva, debido a que siempre primero yo que los demás, en los turnos, en los servicios y en todas las acciones de la vida.

Ya no hay hijos para padres ni padres para hijos, el amor al prójimo es cosa del pasado porque la gente estima que sus derechos están por encima de todo y los deberes no están contemplados en sus programas de vida. Tenemos derechos, pero también deberes.

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