Diego Sosa
Diego Sosa

Cuando recuerdo a mi abuela Lupe me llegan a la mente momentos muy felices. Como cuando mi abuelo Félix iba por pan recién horneado a las cuatro6 en punto. Mi tía Clémen había ya torrado y molido café. Mi abuela era la encargada de colarlo, en colador de tela, claro está…

Conozco personas que hablan pestes de su pasado: ¿Tienes alguien así a tu alrededor? Siempre me pregunto si no tuvieron cosas lindas que puedan revivir para que su presente no sea tan amargo.

Todo comienza con una actitud mental. Porque esas mismas personas quisieran tener un mejor presente y presagian un terrible futuro.

–Esos son extremistas, Diego Sosa.

Bueno, no nos quedemos en ellos… pensemos en nosotros a ver cómo podemos sacarle provecho a esta filosofía de vida que hoy traigo y que trato por extenso en mi libro Mi Binomio.

Retomo el caso del primer párrafo: Mis recuerdos hacia mis seres queridos en su gran mayoría son bonitos. En muchas ocasiones, los busco para vivirlos otra vez. No espero que lleguen a mí, soy intenso en eso. No puedo dejar que desaparezcan, mucho menos quedarme en los momentos no lindos que puedan llegar a mi mente de esa gente tan querida.

De los tiempos del colegio prefiero recordar las enseñanzas de mis buenos profesores y no la de la profesora embarazada de quinto grado a la que yo no le gustaba (al final, crujieron sus dientes cuando le liberé todas las materias). ¿Ves? Me llegan los mejores recuerdos, incluso hasta cuando los malos los quieren opacar.

Amigos de infancia, empleos por los que pasamos, familiares antiguos, primos que compartieron nuestra vida… son tantos los bellos recuerdos que podemos traer a la mente que me pregunto por qué personas se empeñan en pregonar lo malo del pasado.

¿Te atreves a parar en este instante y pensar en algo lindo que te pasó en el pasado? Bueno, la realidad es que has parado ya varias veces y te tengo una sonrisa pintada en la cara.

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