Jamás me cansaré de remembrar a ese patriarca del periodismo nacional -su defensa, a ultranza (postdictadura-trujillista), en lo que creía justo- que fuera don Rafael Herrera -1912-1994- y la defensa que asumió ante el apresamiento-juicio contra el extinto expresidente Salvador Jorge Blanco -por “desfalco”- y algunos de sus funcionarios tras la vuelta al poder de Joaquín Balaguer 1986. Y hasta yo mismo, en ese momento, que no entendía el significado de su defensa, veía bien -y aun lo sigo viendo- que los corruptos, sin importar banderías políticas ni abolengos -oligárquico-empresarial-, fueran procesados y enjuiciados sin reparar que, aquella voz, no se alzaba, justamente, en defensa personal o de partido alguno sino de respeto al debido proceso, presunción de inocencia y, como sabueso periodista, desnudar el trasfondo político de quien, desde la sombra palaciega -y que había dicho que “la corrupción se detenía en la puerta de su despacho”- movía los hilos del fusilamiento sumario-publico de políticos, empresarios y exfuncionarios de aquel cuatrienio -1982-86-.
Y la remembranza me vino, de golpe y porrazo, después de ver un video -que circuló en redes sociales- cuyas imágenes no dejan lugar a dudas de que el acto, de conducencia, en contra del exministro de Salud Pública -Dr. Freddy Hidalgo-, distó mucho de un apresamiento de respeto a su dignidad humana, pues, siquiera, se le permitía vestirse -algo que las autoridades niegan- lo cual dejaba entrever falta de presunción de inocencia y evidente signo de aparataje mediático en el acto. Y que conste, no tengo -si fuere el caso- “corruptos favoritos”, pero si, y como ciudadano, no me quedaré callado ante atropellos, espectáculos judiciales-mediáticos, falta al debido proceso; y, sobre todo, la vieja práctica de airear y denunciar, ante la opinión pública, actos de corrupción pública-privada u otra índole que, después, si resultan mal instrumentados, o peor, plagados de exhibicionismo político, ¿cómo resarcir o reparar la moral pública de los imputados?
Y mientras, le damos seguimiento al actual proceso de persecución contra la “impunidad” y la corrupción pública-privada, valdría sugerir que, si de verdad se quiere sanear-adecentar el ejercicio de la función pública y la actividad política -aunque me asalten dudas y registros de inhibiciones de otrora jueces y archivos de expedientes-, no se olvide que los crímenes o actos ilícitos no prescriben mientras el rumor público no deje de recordar: contratos o empréstitos leoninos o, mega-escándalos -Barrick Gold, Sun-Land, acumulación rápida de riquezas (de empresarios, políticos y funcionarios civiles y militares), fundaciones onerosas, lo que fue el histórico negocio -político-empresarial- del problema eléctrico, Súper-tucanos, procedencia dudosa de recursos de campañas, Odebrecht, entre otros-. Porque: ¡O to’ toro o to’ vaca!