Desde septiembre del pasado año 2020 fue mucho lo que se discutió en nuestro país sobre qué hacer con el presente año escolar, pues, en medio del pánico que producía una terrible pandemia viral, los más conservadores proponían posponer el inicio del año escolar hasta superar la crisis sanitaria mundial, pero como nadie sabía la extensión temporal de la pandemia viral, esa opción podría implicar que los estudiantes podrían perder todo el año escolar, lo que ameritaba considerar otro escenario más real, por lo que los más temerarios de inmediato plantearon arriesgarse con la educación presencial, sobre el supuesto imaginario de que nada iba a pasar, pero sin considerar los altos riesgos de contagios y posibles muertes para alumnos, maestros, padres y abuelos, en un momento donde se conocía muy poco sobre evolución del virus y edades más expuestas al virus, por lo que los sensatos planteamos acudir al auxilio de la educación a distancia a través de la televisión, de la internet, y de la radio, similar a las exitosas escuelas radiofónicas de Radio Santa María, para lo cual se elaboraría un programa educativo especial que sería presentado por buenos profesores escogidos luego de un casting nacional, y así se hizo.
Es mucho lo que hoy se puede discutir sobre aciertos y desaciertos, ventajas y desventajas, que ha tenido esta nueva experiencia educativa aplicada por primera vez en nuestra nación como metodología general por parte del ministerio de Educación, pero, por tratarse de un modelo impuesto por las circunstancias sanitarias globales, eso implica que sus resultados deben ser evaluados en función de esa crítica realidad mundial, y no en función de la práctica histórica habitual, siendo evidente que todo nuevo modelo, en toda sociedad, trae nuevos estilos que siempre serán rechazados por los más ortodoxos aferrados al viejo modelo, pero aceptados por los más revolucionarios que ven en cada dificultad una oportunidad para la innovación y la modernización de un viejo modelo que incluye a la educación.
De ahí que en este momento del tramo final del año escolar, donde todo el país espera una minuciosa y exhaustiva revisión crítica de los resultados educativos logrados en medio de la peor pandemia de los últimos 100 años, para determinar cuáles aspectos han sido positivos y cuáles han sido negativos, para tomar todo lo positivo para incluirlo en el diseño de los futuros programas educativos y tomar todo lo negativo para descartarlo, o para rediseñarlo, nos encontramos que la agenda externa dominante no es la minuciosa revisión del programa aplicado a distancia por el ministerio de Educación, sino una gran presión multilateral para abrir escuelas y volver a la clase presencial.
Ante esa presión pública multilateral, hemos dicho que lo más imprudente que se puede plantear en contra de alumnos, maestros, padres y abuelos es volver a la educación presencial cuando todavía no se ha iniciado el proceso de vacunación de la población general, y sin fecha cierta para el inicio de esa vacunación general, porque todavía las autoridades no saben cuándo llegarían los primeros lotes de 10 millones de dosis de vacunas contratadas con AstraZeneca, de 8 millones de dosis contratadas con Pfizer y de 2 millones de dosis contratadas con el COVAX de la OMS, pues, tal y como lo planteamos el pasado lunes en nuestro artículo de El Caribe, los países ricos están ejerciendo presiones sobre las farmacéuticas para acaparar la mayor parte de la producción de vacunas contra el COVID-19, al extremo de que el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se quejó el pasado miércoles de que 10 países ricos han acaparado el 75% de las vacunas producidas, mientras 130 países pobres no han recibido vacunas, y de igual modo se quejó el miércoles la Organización de Estados Americanos (OEA).
Es incomprensible que sectores que comparten la educación de nuestra nación sean quienes hagan presión sobre el ministerio de Educación para volver a clases presenciales que podrían poner en peligro a una parte importante de la población, con el poco convincente argumento de salvar el presente año escolar, cuando nunca se han preocupado, ni se han pronunciado, por el reiterado mal desempeño que como país hemos tenido en las pruebas PISA, donde siempre ocupamos el último lugar, demostrando que el modelo educativo presencial que hoy quieren encumbrar ha sido totalmente infuncional, por lo que hoy no sabemos si lo que se busca con esa presión al ministerio de Educación es mejorar el flujo de información desde maestros hacia alumnos que aún en el aula prestan muy poca atención, o si lo que se busca es mejorar el flujo de caja desde padres y hogares hacia empresas escolares, a sabiendas de los actuales altos riesgos sanitarios inherentes a tal apertura, pero, afortunadamente, el presidente de la República les ha respondido claramente que las clases presenciales comenzarán cuando se haya concluido la primera fase del programa de vacunación a la población, y esa primera fase no tiene fecha de terminación por la actual dificultad para acceder a las vacunas requeridas y contratadas por nuestra nación.