“Voy de viaje a llevar mis hijos de 12 y 14 años a terminar el bachillerato en Estados Unidos, para que tengan interacción con jóvenes de otras culturas”. “Mi hija terminó el bachillerato, aprovecharé que aún tiene 16 años y se graduó con excelencia para mandarla a hacer su carrera profesional fuera, para lo que estoy tomando un préstamo bancario, ¡Hay que sacrificarse!…”.
Este fenómeno parece estar de moda en determinados grupos socioeconómicos nuestros, entiendo esto como la mejor manera de prepararlos y abrirles mayores puertas para el futuro. En primer orden, es importante destacar la calidad de muchas de nuestras universidades, las cuales mantienen intercambios con las principales de varios lugares del mundo, lo que las hace competente al más alto nivel. Son muchos los cerebros nuestros, formados aquí, quizás con alguna que otra maestría o PhD fuera, ocupan las más altas posiciones en grandes empresas tanto multinacionales sentadas aquí como en diferentes países. Cabe aclarar que sus títulos fueron realizados aquí, inclusive algunos ni siquiera salieron a hacer especialidades. Las edades comprendidas entre adolescencia e inicio de adultez, como en los ejemplos, comprenden una de las etapas más importantes en el desarrollo y definición de su identidad, especialmente, desprenderlos del entorno familiar puede ser de gran riesgo en este proceso para su salud mental. Es posible que se intente copiar de culturas en las cuales, una vez cumplidos los 18 años, los hijos se independizan, tanto así que por lo general van a estudiar a otros estados o países, o como me han dicho padres latinos: “Desde que se fueron apenas los veo una o dos veces al año”, y, una vez pasado el tiempo, se rompe el nexo intrafamiliar, de forma tal que hasta se pierden las raíces y se debilitan los afectos y compromisos, en muchos casos. Si hay algo importante en la vida, es mantener la unidad e integridad de la familia. Con esto no queremos decir que no pueda ser positivo si se tienen las posibilidades; a veces con becas locales o extranjeras, ya una vez formados completamente como adultos, salgan a capacitarse y, como no, señalado también, son muchos los que están en tierras extranjeras que, como suelo decir, aprovechan los cerebros de nuestros jóvenes y se quedan con ellos. En esencia, prepáralos, facúltalos, dales la oportunidad de abrirse al mundo, pero cuidado, todo tiene su tiempo. Lo que se hace fuera de este, puede no resultar como se espera.