En noviembre del año pasado, caminando rápidamente hacia mi vehículo, por temor a ser asaltada en una calle solitaria, tropecé introduciendo el pie entre acera y calle, ocasionándome una caída que dejó como consecuencia una fractura en el tabique, nueve puntos en mis labios y un golpe en la rodilla que permaneció semanas; pero gracias a Dios, y al manejo del maxilofacial, mi rostro quedó más limpio que antes, sin huella visible, pero sí me quedó una gran enseñanza en mi vida.
Durante días permanecí en casa, ya que mi rostro estaba inflamado y arañado debido a las arenillas del pavimento donde caí, tiempo que me sirvió para entender, no solo nuestra fragilidad, sino cómo, en segundos, una circunstancia aparentemente pequeña cambia tu vida y elimina tu agenda, pero que podría también transformar tu aspecto físico y dejar consecuencias interiores de traumas emocionales imborrables.
En este tiempo pude ver que, en manos expertas, con tratamiento adecuado, una parte tan visible como el rostro, quedó sin marcas ni lesiones; pero lo más importante es la lección que dejó en mi interior este evento, insignificante quizás para las cosas grandes que pueden suceder también en segundos. Pero, ¿qué sucede cuando los daños, golpes, heridas son internos, ocasionados por seres queridos, de los cuales no esperas que, de repente, tal cual esta caída, seas dañado?, ¿cómo entiendes que, de la noche a la mañana, tu importante puesto de trabajo, el “emprendedor” convertido en empresario, matrimonio ejemplar, en un solo momento caiga?
Si hay algo preocupante a la sociedad de hoy es dar lo máximo en términos de trabajo, capacidad, productividad económica, cuidado personal de la belleza, y hasta en cuanto a “superación personal” para el “futuro”. Pero se olvida que este último, por mucho que te esfuerces, va a depender del cuidado que des a tu hoy, viviendo un día a la vez y, más aun, entendiendo que, como señalo en el ejemplo, por muy encumbrados que estemos, somos frágiles. Por tanto, cuidar tu interior, llenar tu vida espiritual con Dios, entender que solo en Sus manos, por inverosímil que parezca, aun para aquellos que lo niegan, estamos seguros, es lo que verdaderamente vale la pena. Confiar en Dios, aunque la vida duela…