¿Qué haces al abrir tus ojos cuando despiertas cada mañana? ¿Te das cuenta que puedes ver, escuchar, oler, respirar y poder levantarte por tus propios pies?
Para llegar a su término este año 2017, sólo le restan 17 días, ¿qué has hecho con los 348 ya pasados? Diciembre, mes en el cual en la cultura occidental celebramos la Navidad y se espera el inicio del año que se avecina, siempre lo hemos utilizado para evaluar y concienciarnos sobre cómo hemos vivido el mismo, qué logramos y qué no, qué pudimos dar a los que nos rodean, siendo este el mayor beneficio que podemos haber adquirido hacia nosotros mismos.
Si bien es cierto que ha sido un año de grandes dificultades y en nuestro país hubo un aumento en lo concerniente a violencia intrafamiliar, lo que nos lleva a buscar cómo podemos, entre todos, ayudar a evitar estos eventos; no obstante, hay un hecho que no se importantiza mucho, que se da en forma colectiva, presente en todos los niveles, dañándonos como individuos, afectando nuestras familias y todo lo que nos rodea, ¡son las quejas!. Si te pones a evaluar, con todo aquel que tienes una conversación manifiesta un sentimiento de malestar, de una forma u otra maldice la nación, maldice los gobernantes, se queja de que no hay dinero, de estar gordo, de estar flaco, de los vecinos, los amigos, los familiares… Todo el mundo, de forma generalizada, días tras días, en vez de hacer con lo que inició este tema, que es agradecer todo lo que tiene, lo que hace es centrar su atención y pensamientos en lo que le falta.
Hagamos una propuesta de cooperación conjunta, de mirar nuestro entorno, los que tienen hijos, hermanos, padres, amigos, si estás aprovechando toda esas riquezas, todo esos que te rodean y que son determinantes en tu paso por la tierra, mientras te desgastas en quejas absurdas que de nada sirven.
Te invito a hacer un inventario en los pocos días que quedan a este 2017 y te darás cuenta que, independientemente de todo lo que está aconteciendo, tienes mucho por qué dar gracias a Dios. Estoy segura que vas a sentir una gran necesidad de resarcir el tiempo que has perdido cuando dejaste de acariciar y disfrutar ese regalo de cosas que no has comprado con dinero y de las cuales gratuitamente has podido disponer.