Tuve la oportunidad de realizar un proyecto social, el cual consistía en cambio de pisos de tierra por pisos de cemento en localidades de escasos recursos del Sur y en Villa Altagracia.
El mismo provocó una metamorfosis de vida en miles de hogares. Mi experiencia y del equipo, dirigido por cinco mujeres, y con la colaboración de las comunidades, fue enriquecedora en todos los ámbitos. Primero, cómo, motivados por nosotras, los individuos se ofrecían para colaborar con lo que pudieran hacer en ayuda de sus prójimos, donde albañiles trabajaban gratis o por un pago mínimo, entendiendo que era la forma de ellos darse entre sí. En lo que concierne al desarrollo social, el día a día era completamente distinto, en el sentido de que, no solo les era más difícil mantener limpio su ambiente, sino cómo, luego del trabajo realizado, pareciere que cambiaron de lugar.
El mayor impacto fue el agradecimiento que nos externaban los miembros de esas familias, ofreciéndonos, dentro de sus posibilidades, las mejores atenciones y expresiones de gratitud. Este proceso duró un poco más de un año, donde cada semana nos trasladábamos a las comunidades, además de supervisar, a compartir, llevando conferencias sobre valores, salud y convivencia sana.
En mi caso, cuando venía a mi casa, además, agradecer a Dios todo lo que me había dado y que quizás uno no valora, la oportunidad de poder dar a aquellos que estaban aportándome a mí más que yo a ellos.
El aprendizaje recibido es que no es lo mucho ni lo poco lo que hace feliz al ser humano, sino la manera en que aceptas y agradeces lo que en el momento tienes, cosas que quizás nunca las hubiera entendido si no hubiera tenido la oportunidad de semana tras semana compartir con gente que, sin saber, me contagiaban con ese sentimiento, del cual hay hasta un libro famoso con este título, y es la gratitud. En el mismo encontramos estudios científicos sobre el efecto sanador que tiene sobre enfermedades físicas y emocionales cuando empiezas a agradecer. Agradece y sana.