“Mira este video, recibido del chat de profesionales de mi área, ¡qué viejo tan sinvergüenza con esa muchachita! Y eso que hace apenas 2 años murió su esposa, y él va a cumplir 90”. Este mensaje lo recibí de una amiga, que me merece respeto, y quien me expresó que era alguien conocido en común y sobre todo había sido un personaje público importante por muchos años, considerado un hombre honorable y de una familia respetada. Cuando veo la grabación de alrededor de tres minutos aproximadamente, se veía en un club privado bailando un merengue, verdaderamente con una joven muy graciosa, ella súper feliz, él también, pero con movimientos lentos, y esta lo contemplaba con mucho amor. Terminé llorando luego de verlos, debido a que, por una doctora muy cercana a mí me mantuve informada de lo enfermamente grave que había estado por meses este, casi para la muerte, y a quien me lo envió solo le respondí: “Es su única hija, a quien le brota la felicidad por estar con él, tenerlo vivo, porque quizás podría ser la última actividad que pueda disfrutar con su amado padre”.

En los últimos meses he tenido, no baja motivación, sino tantas aristas de por dónde escribir, y aun más situaciones precisamente publicadas, viralizadas por las redes sociales, aprovechando el morbo hasta con desgracias familiares, y crímenes dentro de los hogares. Se debe tener cuidado a la hora de señalar a alguien o hacer comentarios y juicios de valor, los cuales dañan a sus hijos, nietos y a toda su descendencia, debido a que, como les mostré en el inicio con una vivencia propia, necesariamente nada es como se ve, y más aun hoy con la tecnología y acceso a todo tipo de información, donde todo se puede modificar y cortar a conveniencia de quien lo envía o de quien quiera malinterpretar.

Si hay algo que yo cuido mucho y he enseñado por igual a mis hijos e incluso mis nietos cuando he tenido la oportunidad, es el legado dejado por mis padres, el cual por lo general brota en nuestras reuniones y sobremesas, y ellos hablan con una enorme satisfacción de esa riqueza heredada, que no es material, pero que costó mucho a mis progenitores inculcar y mantener a la hora de yo accionar en mi vida, esto es los valores, la responsabilidad, el compromiso entre los miembros de la familia, y aún más algo repetido especialmente por mi padre: “Nunca hagas nada que me ponga en vergüenza. Y, cuida a la hora de opinar de los demás, porque lo único que para mí vale es la honra y el honor”.

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