En la época de mi niñez, todas y todos, esperábamos el tiempo de Reyes para la adquisición del juguete deseado. Cada uno hacía un pequeño listado dentro de lo que nuestros padres, de manera astuta, nos iban dejando entender, estaba dentro de su posibilidad económica, sin que nos diéramos cuenta de que eran ellos. Esta práctica se ha mantenido por siglos en nuestra cultura, aunque la misma, según expertos de la conducta, podría ser una fuente de frustración para el niño, en virtud de que fueron muchos que se quedaron esperando la respuesta de esa carta, la cual se colocaba delante de la cama, acompañada de agua y yerba para los camellos, lo que describo porque la viví como una de las etapas hermosas y de máximas ilusiones de mi infancia, y hoy día se encuentra presente entre las cosas que disfruto ya adulta.
Quiero traer esto, porque en mi lista, desde muy pequeña, tal vez once años, siempre estuvieron presente dos cosas, juegos de tazas de porcelana y sets de cocina. Hoy, si hay algo que me deleita y que más que un trabajo se convierte para mi en una terapia es dedicar tiempo del que me queda libre para cocinar a mi familia y amigos. Por tanto, hay en mi inconsciente el recuerdo de como con mis primas, que siempre compartíamos, nuestro centro de actividad era cocinar y brindar, y, por tanto, ese café nunca se quedaba para un compartir. Esto, en mayor parte, elaborado dentro de fantasía infantil.
No soy coleccionista de nada, sin embargo, para aquellos que me conocen saben cuánto significan para mí las porcelanas, y dentro de los objetos a los cuales doy importancia, son exactamente los mismo de aquella época. Mis hijos me hacen broma, porque donde más me detengo en las tiendas y que puedo salir con algo, no siempre, ya no soy compradora compulsiva, es donde hay elementos de este tipo, sobre todo tazas de café.
¿Qué estás dejando de hermoso en la mente de tus hijos, que selle de manera sana su vida? Ojo.