La libertad de expresión no es sólo un derecho fundamental consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la mayoría de las constituciones del mundo, sino además una noble conquista de muchos hombres y mujeres que lucharon hasta con sangre por la libre difusión de las ideas y con ello el descubrimiento de la verdad.
Por ende, por tratarse de algo tan valioso, constituye una burla y un tremendo irrespeto que sea utilizada para justificar inconductas y delitos de prensa como la difamación y la injuria.
Defender la libertad de expresión no debe extenderse hasta permitir el descrédito o el atropello a reputaciones con alegaciones falsas o injuriosas en total impunidad. La moral y el honor de una persona cuestan mucho trabajo de construir y cuidar y no debe tener licencia individuo alguno para tratar de destruir esos valores sobre fundamentos falsos.
La ley dominicana es clara en castigar la difamación e injuria pero son pocos los casos que se llevan a los tribunales porque muchas de las víctimas prefieren la actitud de ignorar y con ello ahorrar el tiempo y el dinero que requiere iniciar y mantener una acción judicial. Sin embargo, aunque ello es entendible, perpetúa patrones difamadores que hacen mucho daño, no sólo por el atinado significado del refrán “difama que algo queda”, sino porque además crea un velo de impunidad que elimina todo elemento disuasivo y fomenta que cualquier roedor malsano y sin preparación que por alguna coyuntura tenga acceso a un medio de comunicación se atreva a decir lo que quiera de quien quiera sin consecuencias.
Los insultos, calumnias y enunciados perniciosos que a diario se manifiestan en medios como televisión, radio y redes sociales, deben encontrar un muro de contención para evitar que sigan expandiéndose como una plaga. No sólo los afectados deben tomar cartas en el asunto e iniciar acciones concretas, sino además los dueños y directores de medios deben demostrar un compromiso con el ejercicio serio de la comunicación y cerrar los espacios de difusión a todo el que está dañando a otros con mentiras y en general haciendo un uso irresponsable del privilegio de dirigirse a un público.
La Constitución dominicana contempla la libertad de expresión como derecho fundamental, y en la misma lista contempla además otros derechos que deben coexistir en armonía y no son menos importantes: El derecho al honor, al buen nombre y a la propia imagen de las personas.