El día en que se celebraban los 75 años del diario elCaribe, todos vimos con satisfacción cómo, de forma espontánea, durante la intervención del expresidente Leonel Fernández y al coincidir con la entrada del presidente Abinader, este interrumpió su ponencia para presentar al presidente y referir que sólo en República Dominicana el líder del oposición presentaba al presidente de la República.
Esto debe haber causado una muy positiva impresión a los expresidentes de Costa Rica y Argentina, presentes en el evento y parte del panel de pasados presidentes.
Eso es algo que los dominicanos no podemos perder, eso es parte de la paz social que tenemos. Todos los presidentes son los líderes de pobres y ricos y su función está en reducir la brecha y eso sólo se hace con trabajo.
Siempre recuerdo a mi gran amigo monseñor de la Rosa y Carpio decir que quiere muchos ricos para que den empleos a los pobres porque esa es la única forma de mejorar la distribución del ingreso.
Ya desde hace pocos años y en especial al ganar las elecciones el presente gobierno, se ha pretendido dividir a la sociedad en popis y wawawa. No hay nada más dañino.
Hemos vivido una sociedad con pocas diferencias, si algo nos divide es la capacidad económica, pero es un país con una movilidad social y económica tremenda, basta con ver los restaurantes, vehículos, torres de apartamentos y tenemos que concluir que tenemos una clase media pujante.
Entre el movimiento sindical y los empresarios no existe diferencia, nos divide el tema de los salarios, pero hemos visto cómo en los últimos años se llega a un acuerdo con rapidez, tenemos que seguir impulsando que los salarios mínimos sean mejores, porque en la medida que estos aumenten, existe el efecto dominó que aumenta las demás escalas.
Los políticos nuestros, en su gran mayoría son empresarios y los que no los son, tienen la propensión marginal a serlo.
Los salarios en alcaldías, congreso, poder ejecutivo, empresas públicas centralizadas y descentralizadas compiten con el sector privado.
Hace pocos fines de semana, un conocido político lanzó su candidatura presidencial por el partido oficial, a lo que como cualquier ciudadano tiene todo el derecho. A pesar de tener como lema “entren tó”, su discurso fue muy diferente. Siempre he reconocido su talento y su capacidad de generar conflictos, ahora me pregunto, ¿Qué necesidad tiene de empezar a dividir la sociedad? ¿Qué gana con dividir al país?
Que mire hacia nuestro vecino del norte, era un ejemplo de democracia, hoy sumido en una diatriba que no se sabe quién es hombre o mujer. Para calificar a un empleo en el Gobierno, la mejor hoja de presentación no es la capacidad del ciudadano, pesa más el color o la orientación sexual.
Ha sido un país donde se ha maltratado por años a las personas de color y hoy ha llegado a un extremo que se maltrata a los latinos y asiáticos y ser blanco se convierte en un problema.
Un político tiene que ir más lejos a que sus reacciones, sean porque según dice le bajaron los vidrios, no le toman el celular, ni le responden los WhatsApp y mucho menos porque no le resolvieron.
¿Es un líder alguien que se postula de esa manera? Desgraciadamente no es lo que necesitamos, tenemos muchas asignaturas pendientes como nación, sería interesante oír los candidatos hablar de educación, de salud, de viviendas, posición frente al tema haitiano, la corrupción. Muchos temas que lejos de dividirnos, deben unirnos en la búsqueda de soluciones.
Está el tema haitiano y el peligro enorme que representa para nuestra estabilidad presente y futura. No es cuestión de feos o de bonitos, de perfectos o imperfectos, porque en las sociedades no representa valores.
Ya hemos visto cómo se empieza a pintoretear la ciudad con letreros pasados de moda, donde califican al candidato como de los pobres.
Veamos lo que le ha significado a países como Chile y Nicaragua por citar dos casos. El primero pronto dejará de ser la envidia de la Latinoamericana para convertirse en uno más.
Nosotros hoy somos un ejemplo, nos mencionan con admiración y respeto, pero ha sido gracias a muchos años de democracia, con virtudes y defectos, pero sin crear maledicencias. ¡Ojalá siempre tengamos eso presente!