Esta semana celebramos el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Precisamente, este día surgió como consecuencia del horrendo crimen que contra las hermanas Mirabal, Patria, Minerva y María Teresa, ejecutó el tirano Trujillo y que como resultado de las protestas que se escenificaron en todo el mundo contra el abuso a las mujeres, la Asamblea General Naciones Unidas resolutó el 17 de diciembre de 1999, invitando a todos los gobiernos a trabajar para combatir el flagelo y tomó como día el 25 de noviembre para que el mundo recordara siempre lo que vivimos mujeres, hombres y niños en esta media isla.
La violencia contra las mujeres es algo que arrastramos de siglos y mucho más arraigada en unas sociedades que en otras y es el resultado de no aplicar políticas transversales para defender el derecho a la igualdad que tiene el supuesto sexo débil.
Y digo supuesto, porque siempre he sostenido que en gran medida el problema de los hombres hacia las mujeres está en que estas son mucho más capaces, ya luego que desde hace muchos años se les permitió estudiar han demostrado niveles superiores al del alpha macho, término que desarrolló David Mech al referirse al individuo en un grupo con mayor rango.
Muchas veces ahí es donde se origina la violencia contra la mujer, el hombre alpha no puede entender que existan mujeres alpha que se distingan por su liderazgo y capacidad en el círculo en el cual se desenvuelva.
La impunidad es una de las mayores causales de la violencia hacia las mujeres, ya que existe una clara imposibilidad o complicidad para llevar ante la justica a perpetuadores de abusos y asesinatos, lo que constituye una negación de justicia a las víctimas y muchas veces estas no acuden a la justica porque saben que la misma será indiferente ante sus justos reclamos, las consecuencias y reprimendas contra ella pueden ser aún mayores.
El 25 de noviembre de 1960 se repite cada día, ahora no en manos de Trujillo sino de los muchos trujillitos que encuentran complicidad en fiscales, jueces y policías que sucumben al miedo o al chantaje; se confabulan con abogados mucho más inescrupulosos, que falsifican documentos, firmas y declaraciones a favor del abusador que finalmente, no sólo queda libre y con una licencia para seguir abusando, en la mayoría de los casos termina en el vil asesinato de una madre, de una hija, de una mujer con sueños y deseos de superación, de ver a sus hijos crecer a su lado, lejos de un potencial asesino.
Una mujer es un ser sacrificado; si es profesional, muy posiblemente su salario será menor que el del hombre que ocupe la misma posición, muchas veces es sujeta de acosos sexuales de sus superiores con riesgo de perder el empleo y en contra de toda su dignidad.
La casa no es diferente, regresa a oír a un marido o pareja demandante que erróneamente entiende, porque fue lo que desgraciadamente le trasmitió la cultura machista que aprendió en su casa, que esa cansada mujer, que ha trabajado más de ocho horas, debe ser la única responsable de revisar las asignaciones escolares de los hijos, preparar la cena y tener la casa en orden para satisfacción del macho alpha.
Todo no termina ahí, por los medios de comunicación debemos oír los mayores disparates y opiniones de cómo deben vestir, comportarse, hasta insinuaciones sobre su vida privada de micrófonos que entienden que son parte de un circo mediático donde todo es permitido, olvidando precisamente son el fruto de una mujer y que, como tal, todas merecen respeto.
Nos ha tocado vivir en un país donde el feminicidio se ha convertido en algo diario, un hombre que no soporta el éxito de la mujer, su talento y en miles de oportunidades logra en su empleo vencer la barrera de la diferencia salarial y es la que realmente sostiene el hogar.
Los datos realmente son preocupantes, empecemos porque somos el país con mayor índice de embarazos en adolescentes; ocupamos el vergonzoso segundo lugar en Latinoamérica de feminicidios, sólo superado por Perú.
El 80% de las violaciones sexuales son infligidas por parejas o exparejas, a partir de ese momento, la negación por parte de la mujer la convierte en un blanco perfecto para su “dueño” entender que puede llegar hasta terminar con su vida.
Un estudio de Participación Ciudadana que habla sobre las estadísticas, refiere a que no hay una diferenciación clara por parte de la PGR, ya que no ofrece de manera definida y detallada “el número de personas de determinado sexo que cometan cada delito de homicidio de mujeres, esta desagregación es un dato fundamental para la imputación de los casos y la claridad de la estadística de feminicidio”.
Medios de comunicación que subvaloran el papel de la mujer, una justicia cómplice, estadísticas poco claras, unas educaciones machistas, crean las condiciones para que la mujer sea un objeto y se abuse hasta el punto de terminar con su vida, como hemos visto casos muy penosos de jóvenes talentosas que sus asesinos han dado miles de señales de lo que piensan hacer frente a la respuesta indiferente de las autoridades.
Nuestro mayor deseo es que para el 25 de noviembre del 2020, con estadísticas claras, logremos estar entre el grupo de países que respeta a la mujer, su forma de pensar, oportunidades, no hablemos de cuotas y no tengan que estar sujetas a la decisión del que tarde o temprano terminará con su existencia. l