Como cada año, los dominicanos celebramos la Navidad con múltiples manifestaciones desde cantar los temas que caracterizan la época, adornar con luces entornos e interiores de nuestras casas y apartamentos, compartir con familiares y amigos y hasta celebrar los tradicionales angelitos, el famoso intercambio de regalos que hacemos con amistades de casi toda una vida o con los que se sumaron más recientemente para disfrutar de los encuentros y del jolgorio de la festividad.

Las redes sociales, que tienen su lado bueno, nos ponen en contacto con amigos de antaño, excompañeros de trabajo, amigos de otros amigos que se suman y aumentan la lista de amistades.

Dicen los psicólogos que tener buenos amigos es como traer bienestar a nuestra salud y los beneficios son múltiples y hoy con las redes sociales hemos creado un mundo de amistades virtuales que para esta época levantan la mano y comparten las buenas nuevas y las no tan buenas.

La Navidad es un tiempo especial, es para pintarla con todos los colores que nos regala la vida, para disfrutarla, para ser más empáticos y comprensivos.

Para reencontrarnos como familia, para estrechar la mano de los amigos, abrazar, reír, llorar de alegría, saltar, bailar y cantar, pero sin excesos ni estridencias, dando gracias por todo, porque los momentos malos y los tropezones también enseñan y dan pie a nuevos comienzos.

Particularmente, estoy en varios chats, y sé que mucha gente que me está leyendo también lo está y aunque por momentos nos da con salir de esos grupos porque pensamos que nos quitan tiempo, reflexionamos y decidimos continuar siendo parte de estos.

Desde esas ventanas virtuales nos mantenemos informados del acontecer en todas las áreas, además de las curiosidades y sobre todo los famosos memes que nos arrancan risotadas repentinas.

De eso se trata la vida, y en esta época caracterizada por la alegría de recibir un nuevo año, entre luces y colores, pasamos balance a las metas cumplidas y a las no cumplidas y nos planteamos nuevas conquistas para los meses por venir.

Así que pintemos la Navidad a nuestro gusto, pero debemos pintarla con derroche de amor. ¿Cómo? Siendo buenos ciudadanos, valoremos la familia y los amigos, apoyemos iniciativas que mejoran la calidad de vida de los más desvalidos, no solo en lo material, sino en lo espiritual, porque el descarrilamiento y la descomposición social también son una realidad.

En los barrios, donde la gente suele compartir más a menudo, deben reinventarse, no esperar a que una autoridad vaya y les ponga bonito el entorno. No, empodérese y adorne el lugar donde vive con lo que tenga. Sea líder en su comunidad y ayude a que los demás también asuman ese liderazgo con responsabilidad y decoro.

La Biblia, ese libro sagrado que nos inspira a llevar una vida con honestidad, a ser solidarios, a no robar, ni a matar, está ahí para guiarnos, no para destruirnos.

Esta época acurruca un sentimiento cultural y muchas emociones y la familia y los amigos son el centro de ese universo para hacernos más fuertes, solidarios y felices. ¡¡¡Bienvenida sea la Navidad!!!

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