Las redes sociales han sido bombardeadas de unos acontecimientos terribles que son propios para una historia de horror. La narrativa que envuelve estos hechos tiene como protagonista al núcleo principal de la sociedad: a la familia. ¿Pero quiénes son las víctimas de estos trágicos hechos? Cuatro niñas (dos fallecidas y otras dos agredidas).
Sin mencionar nombres, para cuidar la intimidad de las víctimas, recordemos que una niña murió porque su madre se arrojó con ella desde el edificio donde residían tras una profunda depresión tras enterarse de un supuesto abuso sexual a su hija por parte de una cercana.
El segundo caso trata de otra menor que fue decapitada por su progenitora, una mujer que es de profesión psicóloga y además militar, y a quien le dictaron un año de prisión preventiva como medida de coerción.
Recordemos, además, el tercer caso de una “madre” que fue arrestada por cortarle el cabello a su hija y llevarle parte de su cráneo en la acción. También está detenida y las autoridades tienen la custodia temporal de la niña agredida.
Ayer miércoles salió a relucir otro caso de abuso por parte de un padre que le “tumbó”, literallmente, parte de los dientes a su hija producto de una golpiza.
Ni las dos niñas fallecidas ni las otras dos agredidas llegaban a 10 años de edad. Imaginemos la fragilidad de cada una de ellas, no solo físicamente, sino emocionalmente y es que en nuestro sano juicio no queremos creer que alguien cercano pueda ser capaz de dañar a un ser indefenso y de tan cruel manera.
¡Demasiados casos en tan pocos días los que envuelven el tema niñez y en su perjuicio! ¿Qué nos está pasando como sociedad? No sé si les pasa lo que a mí, pero me da pánico abrir las redes sociales y encontrarme con otra nota más que ejemplifique prácticas propias de la cavernas y la barbarie, del no raciocinio y la falta de amor hacia la humanidad.
Tratar de entender qué pasaba por la cabeza de estos progenitores, llamados a guiar, proteger y encaminar a estos niños a ser entes productivos y saludables, nos deprimiría tanto como los nefastos hechos de los que fueron partícipes.
Se habla de salud mental solo cuando ocurren estas tragedias que deben convocarnos a repensarnos como sociedad, pero el tema se olvida cuando vienen otros que hacen que estas cosas se queden debajo de la alfombra, en el olvido.
Todos debemos unirnos y pedir políticas públicas no solo de mayor protección a los menores, sino también para cuidar la salud mental de la familia, donde definitivamente estamos tambaleando.
¡Gracias por leerme!