Ottawa es uno de los lugares más sorprendentes que he visto, con calles que parecen ser parte de un comercial turístico y ambientes que dan la sensación de estar en un estudio de televisión de proporciones desconocidas. Demasiado tranquilo para ser la capital de Canadá, pero más urbano de lo que podría esperarse de un municipio de Ontario.
Por encontrarse al sur del río Ottawa, la ciudad por la cual este lleva su nombre alberga pescadores especializados en el apareamiento de los salmones y en estrategias para evitar que prefieran nadar hacia la parte norte del río donde está la provincia de Quebec, pues allí tendrían que lidiar con pescadores “afrancesados” que no entienden por qué son casi todos bilingües los “sureños de la parte inglesa” si han preferido un estilo de vida con costumbres tan diferentes.
No obstante cierto celo cultural, convergen en Ottawa dos idiomas y más de tres religiones sin que ello haya sido causa alguna de conflictos. Y es que no hay persona insatisfecha con su calidad de vida, su poder adquisitivo o incluso su trabajo que, igual fuera gubernamental como la mitad de los empleos allí o en áreas de alta tecnología en el sector privado como la otra mitad, realizan una labor eficiente y remunerada justamente como tal.
Casi todos los lugareños inician cada día de trabajo con imágenes de edificaciones que incluso a la lógica le cuesta concluir que puedan tener imperfecciones, o bordean para llegar a su destino un impresionante Parliament Hill que evidencia que pueden existir oficinas públicas que parezcan verdaderas obras de arte.
Si todo esto no fuera suficiente para satisfacer la búsqueda del placer y la belleza, sólo hay que esperar la llegada del mes de Mayo, cuando la familia real de los Países Bajos regala a la ciudad de Ottawa cientos de miles de Tulipanes para adornarla, o incluso esperar los preparativos para la realización de alguno de los más de doce festivales de importancia mundial que allí se llevan a cabo.
En esta hermosa ciudad con puntos particulares como donde confluyen los ríos Ottawa, Rideau y Gatineau, la criminalidad es casi inexistente y la seguridad algo tan común que nunca daría lugar a estrategias o planes para garantizarla porque se da por sentado.
Ottawa es un buen ejemplo para que autoridades de países como el nuestro estudien las medidas que allí se han tomado, analicen las circunstancias de la zona y emulen todo aquello que pueda ayudar a la sociedad a mejorar..