El ex presidente de Uruguay, José -Pepe- Mujica, no deja de sorprender: hace poco renunció a su curul en el senado uruguayo. Más que por otra cosa dijo que “…por el cansancio de un largo viaje”; en otras palabras, por el peso de los años –tiene 83-. Pero yo diría, que, por respeto a su país y a sí mismo.
En contraste -por estos lares-, no hay cultura de retiro. Y ese subdesarrollo mental-institucional se manifiesta por igual en el ámbito público y privado. Así, vivimos en sociedades de poca movilidad social y de escasísimas oportunidades porque todo está copado por los entretelones de la política, los poderes fácticos y las “relaciones primarias”.
Como secuela de ese marasmo social -¿o reciclaje socio-cultural?- los actores sociales, económicos y políticos, salvo contadas excepciones, conciben las instituciones públicas, y no pocas semiprivadas (porque, ¿qué son las oneges-fundaciones?), bajo un escaso estándar “institucional” y, en consecuencia, el debido manual de “gerencia efectiva” pública-privada se diluye en el cuadro anterior.
Sin embargo, Mandela, Gandhi y Mujica, son ejemplos elocuentes de que no debemos aferrarnos a cargos públicos, privilegios o canonjías. Por ejemplo, Mandela fue presidente de Sudáfrica y se marchó del poder cuando pudo quedarse. Gandhi jamás ocupó ningún cargo o distinción pública y Mujica, como todos sabemos, se fue del poder despojado, por convicción ética-filosófica, de fastuosidad y oropeles.
Y del patricio Juan Pablo Duarte, ni se diga. Murió en Apure, Venezuela, olvidado y en la más paupérrima miseria.
Juan Bosch vivió como predicó: apegado a una ética pública y a una pedagogía política digna y decorosa.
Pero en nuestro país -de ayer y hoy-, nadie quiere jubilarse. Ni siquiera los que han ocupado -en diferentes gobiernos-épocas- posiciones señeras en la administración-pública, u organizaciones de la “sociedad civil”.
Algunos casos -de antología- han dejado que desear, pues van desde el que se resiste (incluso, haciendo rabietas), hasta el que, una vez fuera de su acostumbrado confort, se enferma, deprime y desploma cual árbol caído, obviando nietos y otros disfrutes cotidianos que el retiro o, la jubilación, en sus casos -de ex-funcionarios (político, técnico o gerente-vitalicio-Ong)-, no sería tan catastrófico como el de la mayoría de los ciudadanos de a pie y pensiones de miseria. Si acaso….
Quizá el fenómeno sea una constante socio-cultural de toda la región. Y la explicación, más expedita, podría ser el subdesarrollo; pero ¿por qué el fenómeno se da, también, en figuras prominentes, en evidente tozudez de esperar lo inevitable?
Tal vez, algún sociólogo, psicólogo o, psiquiatra lo podría explicar mejor…