Ocaso del ensayo político de coyuntura

Con la excepción del análisis periodístico de perspectiva, el ensayo sociopolítico -de coyuntura o situacional- sobre un fenómeno o un aspecto en particular de la realidad nacional, prácticamente desapareció del horizonte cultural-académico y periodístico del país una vez el marxismo entró en crisis paradigmática y el componente doctrinario-ideológico se bifurcó:

Con la excepción del análisis periodístico de perspectiva, el ensayo sociopolítico -de coyuntura o situacional- sobre un fenómeno o un aspecto en particular de la realidad nacional, prácticamente desapareció del horizonte cultural-académico y periodístico del país una vez el marxismo entró en crisis paradigmática y el componente doctrinario-ideológico se bifurcó:
en cooptación política-electoral, repliegue académico-profesional -docencia y ejercicio profesional u técnico-burocrático – o, en pura asimilación-militancia (de derecha o, de poses revolucionarias) que no resiste el más mínimo desmentido. De suerte que aquella valiosa tradición ensayística de los años 70 y 80, se eclipsó con la desaparición física -o ausencia-repliegue- de sus mejores cultores: sociólogos, politólogos e historiadores; sin obviar, el aporte-rivalidad -política-intelectual-ideológica-: Prof. Juan Bosch Vs. Juan Isidro Jimenes Grullón.

Sin duda, tal ocaso en el abordaje sociopolítico-cultural de la realidad en el diarismo, se ha traducido en un vacío de rigurosidad científica y la proliferación, por una parte, de: a) una “escuela” -sociología light de dos alas-: periferia política-intelectual de oposición política disfrazada de “opinión pública” y actores sociales (sociedad civil-Ongs) que empujan agendas supranacionales bajo el tutelaje-financiero del “situado” internacional; y b) bocinas mediáticas provenientes del “periodismo” de renta-pluma-TV-Internet-redes-sociales, y enganchados. Semejante degradación deja a franjas de la sociedad en frecuencia-cautiva de “edificadores sociales” bajo el sesgo político-partidario –de todos los partidos-, de voceros solapados de poderes fácticos, de piratas cibernéticos y francotiradores de reputaciones públicas.

Y es tanto el vacío de ensayo sociopolítico riguroso, que, cuando alguien, fuera de lo rutinario, hace algún ejercicio de análisis crítico y de perspectiva sobre un determinado aspecto neurálgico que puede ser político-electoral, socio-histórico o, de coyuntura situacional, automáticamente, surgen suspicacias. O sucede algo peor: si el ejercicio proviene de algún político –de mérito y formación intelectual- o de un académico respetable, empiezan las “respuestas” sin sustento; y los adjetivos calificativos no se hacen esperar…

Esa descalificación a priori, es la certeza de que franjas, quizás mayoritarias, de la consciencia nacional han sido adormecidas por una vocinglería de “hacedores de opinión pública” de mudanza y acarreo, y bocinas panfletarias, cuyos presupuestos epistemológicos-deontológicos –si es que los asumieron alguna vez- están signados por esas aristas políticas-fácticas, o cuando no, de ejercicio cuestionable de “periodismo”, la profesión de economista, de abogados-“jurisconsultos”, sociólogo-politólogo y de sastres-“encuestólogos”.

Por suerte tenemos libertad de prensa, libertades públicas, periodistas, líneas editoriales (suplementos-análisis-cobertura noticiosa plural, comentarios-crítica de redacción, etc.) y directores de medios respetables que cuidan no contaminarse ni entrar en ese mercado de supuesta “opinión pública”. Y eso es alentador…!

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