En nuestro medio circundante, cualquier observador, dotado de abstracción empírica, o bien con talante cogitativo, puede darse cuenta de que un sujeto epistémico suele emprender una carrera universitaria o intermedia por motivación intrínseca o extrínseca, por cuanto lo hace por vocación, por pretensión erudita, por prestigio alcurniado o tradición familiar, tal si fuese el otrora título nobiliario, pero también el ente cognoscente propende a realizar estudios terciarios por otras razones, entre ellas vanagloria ostensiva o empleabilidad en el mercado laboral público o privado, en busca de movilidad social, de suerte que así terminó ocurriendo con un inmenso elenco de personas de estratificación humilde, tras advertir que era la única forma de superar el estado de marginalidad, indigencia o pobreza extrema.
Pues bien, cuando el sujeto cogitativo solía optar por los estudios terciarios, impulsado por motivación extrínseca, procurando movilidad social o empleabilidad en el mercado laboral público o privado, de cuando en vez cualquier buen consejero así le decía: Si ves que para nada das, entonces hazte un curso técnico o aprende un oficio en la praxis del taller, en pro de eludir el trabajo obrero u ocupación manual o artesanal, pues algo hay que saber en pos de ganarse el pan de cada día.
Ello sabido, cabe poner de resalto que las profesiones liberales siempre han sido muy atractivas para el alumnado y el conglomerado familiar, hasta el punto que alguien pudiera replicar el consejo de antaño, diciendo esta vez que si eres incapaz de estudiar una de las carreras tradicionales o clásicas, entonces opta por una formación intermedia, lo cual denota un sesgo peyorativo, aun cuando abunden en el mercado laboral cantidad inmensa de puestos de trabajo de cualificación técnica, por cuya frecuente demanda tales ocupaciones resultan muy lucrativas.
En el pasado reciente, la formación media pro empleabilidad les fue confiada en nuestro país a determinados centros de educación secundaria bajo la modalidad de enseñanza polivalente, entre los cuales merecen digna mención la Escuela Nacional de Artes y Oficios (ENAO), Instituto de Peritos Contadores, Politécnico Loyola e Instituto Técnico Salesiano (Itesa), cuyos alumnos, aparte de salir bachilleres, egresaban de ahí con una titulación académica que les permitía insertarse en el mercado laboral, tras quedar dotados de preparación habilitante para prestar servicios en diversas áreas del saber práctico.
A través de una especie de alianza estratégica entre empleadores, trabajadores y sector oficial, fue creado en enero de 1980 el Instituto Nacional de Formación Técnica-profesional (Infotep), mediante Ley núm. 116-80, cuyos objetivos iban dirigidos hacia la cualificación masiva de mano de obra pertinente y utilitaria, aunque fuera necesario adoptar parámetros diferentes de la escolarización estandarizada o tradicional, siguiendo en tal sentido las directrices de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), emitidas por recomendación hecha en junio de 1975.
Bajo los parámetros milénicos, la formación intermedia pro empleabilidad en el mercado laboral privado o público corre hoy por cuenta de dos centros académicos que ostentan liderazgo en la enseñanza del ramo, a saber: Instituto Tecnológico de las Américas (ITLA) e Instituto Técnico Superior Comunitario (ITSC), uno fundado en agosto de 2000, mediante decreto núm. 422-00, mientras que el otro fue creado en el año 2012 del mismo mes, por acto resolutivo dictado en sede deliberativa del Consejo del Ministerio de Educación Superior, Ciencias y Tecnología.
A resultas de la excelencia didáctica previamente estandarizada, tales centros de enseñanza superior quedan exentos de recibir crítica alguna, pero sí cabría sugerir que en su oferta curricular adopten la nomenclatura apropiada en los programas instructivos de formación intermedia, cuya correctísima acuñación lingüística ha de ser Tecnicatura y Diplomatura, pues ambas terminologías suelen referirse a grados universitarios obtenidos, tras realizar estudios de menor duración que la licenciatura, en tanto que así las define el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.
En nuestra realidad circundante, la diplomatura tiende a verse como un programa académico de actualización profesional, perfeccionamiento cognitivo o aprovechamiento intelectual, dable en una institución de enseñanza superior o de otro nivel educativo. Así, la vía de ingreso suele ser bastante accesible para discentes y graduados, pero sépase conclusivamente que la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) fue pionera en diseñar semejante formación instructiva, a finales de la centuria recién pasada.