No haré, como hacen algunos en tiempo de transición, que mudan de piel o salen a denunciar y airear injusticias (con excepciones que las hacen en su momento). Sin embargo, y por múltiples razones, es cierto que en el servicio exterior se acumuló un personal super-numerario, algunos de ellos amigos, arribistas y peledeístas que lo único que hicieron fue tomar posesión donde quedaba su sede de designación. Igual hubo algunos embajadores “ausentes” de casi todo el arco iris de partidos.
En mi caso, cuando fui designado, en el 2004 hasta la fecha, tenía claro que la distinción política, por mi formación profesional-familiar y afiliación partidaria -que tampoco voy a negar-, llegaba hasta designarme y que, luego de ese acto-reconocimiento, tenía que cumplir una función diplomática, temática y de justificación de mi salario. Así, hasta el día de hoy, no ha habido un Embajador, Representante Permanente ante la OEA (¡y que me desmientan!), que no me haya encontrado en mi puesto de trabajo, cumpliendo con mis responsabilidades, horarios de trabajo y dando lo mejor de mí para la Patria y la buena imagen del servicio exterior.
Igual, con excepción de los Embajadores Roberto B. Saladín Selín y don Virgilio Alcántara -2008-2011 y 2011-2013, si no me equivoco-, pues casi nunca abandonaban sus sedes más que para asuntos oficiales o de vacaciones. He ocupado, en múltiples y difíciles situaciones, la posición de Encargado de Negocios a.i (jefe interino de Misión). Lo fui en la gestión del actual canciller, Dr. Roberto Álvarez Gil (2005-2008), Pedro Verges (2013-2016), Gedeón Santos (2016-2019) y en la del actual Embajador, Josué Fiallo Billini (2019).
Además, en varias ocasiones me tocó encabezar la delegación dominicana a algunas Asambleas Extraordinarias de la OEA, y ser voz cantante del país ante el Consejo Permanente, en situaciones de crisis, desacato y definiciones geopolíticas, por instrucciones del superior Gobierno y el Ministerio de Relaciones Exteriores (MIREX).
Ya para el 2016, calificaba, por cumplimiento, antigüedad en el servicio, evaluación y requisitos profesionales, para ser ingresado a la Carrera Diplomática bajo el régimen de ley en que ingresé -la 314-64-. Pero no se me tomó en cuenta, así como a otros que sí calificaban al margen de banderías políticas o tráfico de influencias.
Incluso, me sorprendí cuando, en la resolución 136-20 del MAP, vi a Embajadores de la talla, formación y aportes invaluables al país de Aníbal de Castro y don Virgilio Alcántara que, para mí, hace tiempo, creía, eran Embajadores de Carrera Diplomática por méritos y solvencia profesional de sobra.
Por ello, hay que tener cuidado con meter a todos en un mismo saco.