Desde aquella memorable y atinada declinatoria de no ir, por las razones que fuere, tras una reelección me quedó claro que el expresidente Danilo Medina es un demócrata a carta cabal que más que de discursos y sofismas, como defensa de hojalata de la Constitución, en el ejercicio del poder no envió señal-obsesión de entenderse como candidato eterno. Todo lo contrario, fomentó, desde su partido, el relevo político-generacional, y hasta incluso quiso salvar una ruptura con el “Último caudillo ilustrado” en la búsqueda de una tercera opción partidaria.
Ahora que, de nuevo, sale a la luz pública el mensaje “…de que no volverá aspirar a la Presidencia…” (Euri Cabral), me reafirmo más en su liderazgo y valoro esa reiteración suya como un valor agregado para nuestra frágil democracia tan necesitada de líderes compromisarios con la continuidad del estado de derecho, gobernabilidad democrática, avance a otro estadio de civilidad política y apertura a otros liderazgos y a otras formas de concebir y ejercer la política. Porque no sólo viéndonos nosotros mismos, hacemos grandes y próspero un país; o peor, no podemos, como sociedad, darnos el lujo de tener que mirarnos, contantemente, en el espejo-megalomanía de un “caudillo ilustrado” cuya única meta es perpetuar la maléfica e histórica tradición autoritaria-continuista nuestra: Santana, Báez, Heureuax o Balaguer.
Y hay que tener mucha vocación de borrego, en estos tiempos -de redes sociales, Internet y tecnología-, para seguir semejante fijación-obsesión disfrazada de modernidad, sofismas y maromas -pirotécnicas-políticas- que, más que todo, es acentuada patología. Es más, habría que examinar a aquellos que, enarbolando clichés éticos-filosóficos, animan, alimentan y acarrean esos delirios de que “no hay nadie más…”, cuando ese mismo “superlíder” fue capaz, incluso, de tener a otro candidato aun sosteniendo el imaginario-embuste de que, el pasado julio-5, él ganaba en un improbable balotaje que solo en su azote-autoengaño creía y departía entre sus correligionarios. Y, aun así, nos quiere enseñar una aritmética chueca o, de tránsfugas.
Y es sumamente saludable que el expresidente Danilo Medina haya reiterado el mensaje, porque este país está “jarto” de caudillos, de insustituibles en los poderes públicos, los partidos y las instituciones o, de que, cada vez que se instala un nuevo gobierno, se quiera hacer tabla rasa o desandar políticas públicas de inclusión social que aminoraron, y aminoran, la pobreza y desigualdades ancestrales….
Finalmente, ya es hora de que en nuestro país surja el club de los expresidentes cuya misión patriótica-suprema sea no intentar volver aspirar, al menos a lo que ya fueron…, solo con eso nos ayudarían, muchísimo, a avanzar y desterrar la maldita cultura del caudillismo-autoritarismo…, que aun aspira y respira…