No lo conozco…

Por muchos años, asumí, como peledeísta y reconocedor de sus talentos y aportes al proceso democrático del país, la defensa de los líderes Leonel Fernández y Danilo Medina, con la diferencia, manifiesta y coherente, de que seguía -y sigo- al segundo.

Por muchos años, asumí, como peledeísta y reconocedor de sus talentos y aportes al proceso democrático del país, la defensa de los líderes Leonel Fernández y Danilo Medina, con la diferencia, manifiesta y coherente, de que seguía -y sigo- al segundo. Sin embargo, el Leonel Fernández de correrías y marchas en “defensa” de la Constitución, oposición, abierta y pública, a su otrora partido y Gobierno, su sinrazón de no darle paso a otros liderazgos -ni siquiera a una tercera vía adentro-; y este último, tomado por la ultraderecha, kamikazes mediáticos y resentidos variopintos, no lo conozco.

Súmele a ello, que el ex Presidente, desde hace un tiempo, viene enarbolando un discurso político levantisco y salpicado de descalificación, no cónsono con su otrora acrisolada prudencia y experiencia de Estado. Parecería, que una gran frustración -sabrá Dios de qué índole (quizás: “Lágrimas negras”)- se aposentó en su magnanimidad, y ahora, como nunca, ruge no como un león, sino como un gorrión herido. Algo, muy palpable y sintomático.

Honestamente, me imaginaba una ruptura. Es más, con dolor y preocupación, la predije -entre amigos y ex compañeros de partido-; pero jamás, con esos ribetes de frustración y odio inoculado por una minoría –trujillista y rabiza de la “izquierda”- que hoy le acompaña y alienta a una ruleta rusa. Hubiese preferido, una salida, si era obligatoria, menos traumática y de más cordura. Pero qué estoy diciendo, sabedor -como soy- de que así han terminado, históricamente, todas las divisiones -de partidos e interpersonales- de nuestra clase política; pues, ni siquiera Bosch, Balaguer y Peña Gómez, escaparon a esa suerte de maleficio.

Ahora, como ya escribí, solo nos queda brindar a la JCE y al TSE de la credibilidad nacional e internacional suficiente que le permita afrontar, con éxito y transparencia incuestionable, el vendaval político-electoral y contencioso que el año 2020, tal cual se vislumbra, nos deparará en el contexto, ácido y crudo, de una lucha política-electoral de cierre de algunos liderazgos enfrentados e imbuidos de revancha, odio y ajuste político.

Ojalá, en algún momento, reparen en nuestro frágil sistema democrático y los avances logrados; de lo contrario, más que a un certamen electoral, iremos a un duelo político-electoral donde no todos los actores estarán dispuestos a perder, o tan siquiera imaginárselo. Algo, de sentido común, cuando se va a una contienda democrática, pero que entre nosotros no hay tradición, más que aquel referente: Danilo Medina candidato-2000.
Lamentable que así sea –y que lo hayamos heredado (el no aceptar perder y terminar, toda relación política, abruptamente)-; pero también, que el relevo político-generacional, de Bosch, Balaguer y Peña Gómez, tampoco se preocupó en superar esa falencia histórica-cultural. ¡Qué pena!

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