Desde 2004 y hasta 2012 las cifras oficiales de hechos delincuenciales crecieron de manera exponencial.
La tasa de homicidios, indicador universal por excelencia para medir la criminalidad, llegó a 27 por cada 100,000 habitantes, equiparable a países muy violentos de la región como Nicaragua, Venezuela, Colombia y otros, por lo que esos años fueron los más sangrientos para la República Dominicana, lo que indica que lo que se hizo en ese entonces para mejorar la seguridad no funcionó.
Esto, sin embargo, comenzó a cambiar dramáticamente desde 2012. La tasa de homicidios fue bajando varios puntos cada año, siendo de 20 en 2013 y llegando hasta 13 en 2018 (la media en América Latina es 21), lo que constituye un descenso importante que saca al país del listado de los más peligrosos del área de acuerdo a Insight Crimes y otras auditoras internacionales.
También, investigaciones recientes de medios internacionales como la BBC excluyen al país de los lugares inseguros del mundo, pues de las 50 ciudades más peligrosas 42 son latinoamericanas y no hay una sola de República Dominicana.
La mejoría es real y está fundamentada en estadística y datos objetivos. No obstante, esto no significa que la situación no debe mejorar aún más pues cierta sensación de inseguridad se mantiene debido a que con otros tipos delincuenciales todavía está costando trabajo la lucha, como el asalto y el robo a mano armada que por su naturaleza mantienen a la población en alerta y agudizan la percepción generalizada de que la delincuencia es alta, aunque los números indiquen una realidad distinta.
Por lo anterior, las autoridades aún tienen retos por enfrentar. Desde retomar el debate sobre elementos de trascendencia para este tema como el control de armas, la instauración de cámaras de seguridad y utilización de drones con adecuado monitoreo, hasta la indiscutible necesidad de lograr un saneamiento de la Policía Nacional que incluya mejores condiciones para los agentes.
También, hay que considerar la necesidad de modificar las partes del Código Procesal Penal que hacen más fácil al delincuente retornar a las calles, comenzando por establecer prisión preventiva automática para los casos de reincidentes.
Sin embargo, no sólo es injusto sino además carece de fundamento decir que la delincuencia está “terrible” o que ha empeorado, y más aún si quienes lo dicen ocuparon posiciones de poder justamente en los años en que la misma alcanzó los peores niveles en la historia del país y todos sus intentos por lograr algún cambio fracasaron.