Entre 1991 y 1998, el ingreso anual por habitante de República Dominicana se duplicó. Entre 1998 y 2008, volvió a duplicarse. Luego, entre 2008 y 2022, sucedió de nuevo, al alcanzar el año pasado 10,733 dólares. Primero nos tomó 8 años, luego 10 y finalmente, 14. ¿Cuántos años nos tomará la cuarta duplicación? Si no ejecutamos las reformas estructurales que nos permitan por lo menos mantener la tasa de crecimiento anual potencial de 5%, es muy posible que lo logremos en el 2040, es decir, dentro de 18 años.

El termómetro más efectivo para determinar si una economía necesita reformas que contribuyan a acelerar su crecimiento económico es el nivel de la inversión extranjera directa. En países en desarrollo donde la escasez de capital limita la frontera de posibilidades de producción y creación de riqueza de la economía, el flujo de capitales desde el exterior en forma de inversión directa constituye el complemento más efectivo para los abundantes recursos humanos en espera de admisión al mercado laboral.

Cuando leemos el párrafo dedicado a explicar la dinámica de la inversión extranjera directa en los reportes sobre la economía dominicana que preparan las entidades oficiales del área económica y los análisis de organismos internacionales de financiamiento, estos generalmente reflejan una ligera miopía en su elaboración pues resaltan, fundamentalmente, el porcentaje del déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos que el flujo neto de la inversión extranjera directa permitió cubrir en el período analizado. Al ser generalmente un porcentaje relativamente alto, muestran un nivel de satisfacción y conformismo con la magnitud del influjo, sin detenerse a analizar si el mismo es suficiente para acelerar el tránsito de nuestra economía hacia el desarrollo.

Detengámonos un momento para observar qué ha pasado con el influjo de inversión extranjera directa en nuestro país durante el período 1980-2022. En tan sólo 3 años (1999: 6.1%, 2008: 6.0% y 2012: 5.1%), esta sobrepasó el 5% del PIB. Ese nivel debería ser el límite inferior de la meta de influjo de inversión extranjera directa que debería fijarse nuestro país para garantizar un crecimiento sostenido que nos permita avanzar a buen ritmo en las próximas décadas. Cuando analizamos la inversión extranjera directa como porcentaje del PIB en la región, está claro que no estamos haciendo todo lo necesario para atraer nueva inversión extranjera en la magnitud que deberíamos recibir. El año pasado ocupamos el décimo lugar en el ranking, por debajo de Guyana, Uruguay, Nicaragua, Chile, Costa Rica, Colombia, Brasil, Perú y Guatemala.

Apartémonos por un momento de la región y veamos cómo comparamos con las economías del sudeste asiático que más han progresado en los últimos 60 años (Singapur) y que en los últimos años han comenzado a atraer el interés de muchas empresas globales que andan en búsqueda de geografías institucional y económicamente atractivas para trasladar parte de la inversión que tienen actualmente en China, ante las crecientes tensiones entre los gobiernos de las dos economías más grandes del mundo (Vietnam). No voy a detenerme mucho en el caso de Singapur porque lo que allí ha ocurrido en las últimas seis décadas parecería haber tenido lugar en otra galaxia. Mientras República Dominicana recibió un influjo de inversión extranjera directa equivalente a 3.3% del PIB en el período 1990-2022, Singapur recibió 18.0%, 5.5 veces más. No es por casualidad que mientras el PIB por habitante de República Dominicana se multiplicó por 53 entre 1960 (US$203) y 2022 (US$10,734), el de Singapur lo hizo por 193, al pasar de US$428 en 1960 a US$82,775 en 2022. Eso ayuda a comprender el porqué hoy día Singapur tiene una calificación AAA, la máxima posible, de las tres firmas calificadoras (S&P, Moody’s y Fitch), superando a EE. UU, que actualmente recibe una calificación AA+ de S&P.

La comparación con Singapur resulta injusta pues mientras el diminuto país del sudeste asiático llegó adonde está debido a las sabias reformas y políticas impulsadas por la “dictadura” benevolente y meritocrática que encabezó Lee Kuan Yew, a nosotros, lamentablemente, nos gobernó una malevolente en la cual, la toma de decisiones del dictador Trujillo estaba fundamentada en la obtención de beneficio personal a partir de las instituciones eminentemente extractivas que estableció.

Navegando desde Singapur en dirección noreste por el mar del Sur de China, llegamos a Vietnam. Mientras en 1965, República Dominicana fue ocupada durante 5 meses por unos 30,000 soldados y marines estadounidenses, Vietnam, durante los diez años (1965-1975) de la participación de EE. UU. en la Guerra de Vietnam, recibió la descarga de más de 7 millones de toneladas de bombas lanzadas desde bombarderos estadounidenses, lo que llevó a algunos a pensar que el propósito era llevar a Vietnam de regreso a la Edad de Piedra. A partir de 1990, antes del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre EE. UU. y Vietnam, este país de 331 mil kilómetros cuadrados, comenzó a recibir inversión extranjera directa, inicialmente atraída por los bajos salarios. Corea del Sur, Singapur, China, Japón, Hong Kong, EE. UU. y Taiwán han sido los principales países emisores de la inversión extranjera directa recibida por Vietnam. ¿Qué revelan las estadísticas disponibles? Vietnam ha recibido un flujo anual de inversión extranjera directa equivalente a 5% del PIB en el período 1990-2022.

A pesar de que Vietnam no tiene una democracia liberal sino un régimen autoritario de partido único parecido al sistema que prevalece en China y al que durante muchos años prevaleció en Singapur, las reformas y políticas económicas de mercado y amigables a la inversión privada han fomentado un ingreso masivo de inversión extranjera directa. Mientras el año pasado nosotros recibimos un flujo de inversión extranjera directa ascendente a US$4,010 millones, Vietnam recibió US$27,720 millones, 7 veces más. Ese considerable ingreso de capital no especulativo que Vietnam ha registrado, explica en parte su crecimiento anual promedio de 6.7% en el período 1990-2022, uno de los más elevados del mundo. Es cierto que nuestro ingreso por habitante es poco más del doble que el de Vietnam, pero no olvidemos que el de ellos lo han levantado desde los escombros que dejó una guerra devastadora de 20 años y debe ser distribuido entre casi 100 millones de vietnamitas.

Lo interesante del caso de Vietnam es que las empresas globales ya no están siendo atraídas por los bajos salarios sino por la calidad de sus recursos humanos. Empresas tecnológicas globales como Hewlett Packard (HP), tienen en carpeta mover una porción de la producción a Vietnam a principios de 2024. No sería la primera. Apple comenzó a fabricar MacBooks en Vietnam a principios de este año, la segunda geografía, después de China, elegida por la empresa estadounidense más valiosa del mundo para fabricar sus computadoras. El 3% de todas las computadoras importadas por EE. UU. son fabricadas en Vietnam. A pesar de haber recibido, hace 5 décadas, la mayor descarga de bombas de la historia, hoy son ellos quienes comienzan a descargar sus bienes tecnológicos en los puertos del mundo. ¿Es cierto que lo que sucede en “Viet del sur” no es otra cosa que la dulce venganza de Ho Chi Minh, el “founding father” de Vietnam? Intentaremos responderlo el próximo lunes.

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