La historia es cíclica y en el eterno sube y baja de la vida en el que unos ganan y otros pierden nada se puede dar por descontado ni definitivo, porque los aprendizajes se diluyen y las buenas y malas experiencias se olvidan, y por eso la humanidad vuelve a transitar caminos ya andados que no conducen a buen puerto, y a repetir errores dejándose llevar de cantos de sirena, porque donde algunos ven lo incorrecto, otros ven la oportunidad, si no de su propia mejoría al menos del empeoramiento de aquellos a quienes desprecian.

En la actualidad mientras el nuevo líder de la todavía nación más poderosa del mundo intenta ejecutar mediante órdenes ejecutivas, poniendo a prueba al poder judicial como garante de la legalidad del ejecutivo, todo lo que prometió para hacer según su visión los Estados Unidos grande otra vez, aunque signifique violentar acuerdos, la Constitución y las leyes, las tradiciones, las instituciones, los principios democráticos y las buenas normas de comportamiento, se profundiza la división no solo de la sociedad norteamericana sino del mundo, entre quienes respaldan el autoritarismo absoluto, y quienes creen que la solución siempre debe estar del lado de la democracia.

Bajo esta nueva visión del mundo de la ley del más fuerte, todo se vale si es un buen negocio, aunque se atropelle la institucionalidad y el respeto al derecho ajeno, y el fuerte y el poderoso tendrán patente de corso para conquistar cuanto quieran, porque la justicia, la solidaridad, la empatía están siendo destronadas por el egoísmo rampante en cuya balanza solo cuenta el peso del oro.

En medio de este convulsionado panorama en el que estar en gracia o en desgracia puede variar por segundos dependiendo de la visión, humor e intereses de este nuevo liderazgo, y en el que la amenaza de la fijación de aranceles es el arma favorita de una guerra comercial de dimensiones aun inimaginables pues la sinrazón y la retaliación imperan, el mensaje está claro de que cada quien tendrá que rascarse con sus propias uñas, porque sus problemas o desgracias solo serán de interés de la potencia mundial si se tiene algo que dar como monedad de cambio, y las demás naciones que tienen una visión distinta estarán demasiado concentradas en garantizar su propia defensa, ante el desmoronamiento de las instituciones y acuerdos que sostuvieron el orden mundial desde la posguerra.

El momento exige un reenfoque por parte de nuestras autoridades que logre establecer muy claramente los objetivos a alcanzar y las prioridades a impulsar, y un giro para hacer que su ejecutoria no dependa del terror a perder votos o el afán de ganarlos, y también de nuestro liderazgo político, que debe tener la madurez de comprender que su meta no puede seguir siendo apostar a que todo proyecto del gobierno de turno fracase para intentar beneficiarse, siendo capaces de aceptar los temas en los que la unidad nacional debe primar.

Y no se trata solo de un cambio de visión y comportamiento de la clase política, sino también de todos los demás sectores que deben ver más allá de sus respectivos intereses, porque de nada vale intentar ganar a toda costa cada uno lo suyo, cerrando los ojos a realidades cercanas y palpables que nos muestran como algunos por no ver el peligro a tiempo y actuar, perdieron lo más por lo menos, pues perdieron su país.

Esto no es tarea fácil, pero la clave está en que nuestras autoridades sepan encontrar la forma de generar confianza ciudadana en que algunas cosas pueden solucionarse, de saber auscultar cuales son determinantes y merecen que se concentren los esfuerzos en estas, pero para eso se requiere asumir el riesgo de generar antipatías, de provocar reacciones que a corto plazo amenacen con hacer perder votos, pero que a mediano plazo hagan ver que lo que se busca es ganar un mejor país para todos. Un presidente que decidió aceptar la finitud de su mandato debería estar en la mejor posición para hacerlo, pero esto no se logra aplicando las mismas manidas recetas que lo único que buscan es andar por las ramas, se requiere de inteligencia para identificar las prioridades, de prudencia para hacerlo en el momento y la forma correctas, de voluntad para aplicar las soluciones, y de decisión para soportar las presiones.

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