Nació en Salcedo, la Villa de los Almendros, y siendo un adolescente se dedicó al aprendizaje y al ejercicio de la mecánica, y con apenas 17 años se alistó en la Fuerza Aérea Dominicana (F.A.D.), institución que amó y sirvió hasta el día de su muerte.
En 1963, nuestro héroe nacional coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez se enteró de que un grupo de militares hacía aprestos para romper el orden constitucional y derrocar al profesor Juan Bosch, quien se había convertido en el primer Presidente elegido democráticamente tras la férrea dictadura de Trujillo.
Ante esta situación y en el entendido de que esto no debía suceder, reclutó a 12 oficiales convencidos de que el estado democrático en que vivía el país no se debía interrumpir y quienes juraron hacer todo lo posible para impedir esta acción criminal. Entre esos 12 oficiales estuvo mi hermano Marino, quien, además era un oficial relacionado con el héroe nacional Fernández Domínguez.
Sin embargo, el 25 de septiembre de 1963 el golpe de estado se convirtió lamentablemente en un hecho por lo que ese mismo día Bosch recibió una nota del Coronel Fernández Domínguez que decía:
“Señor Presidente: Estamos listos para asaltar el Palacio Nacional.
Somos doce oficiales nada más pero cumpliremos con nuestro deber. Pedimos, sin embargo, que se le informe al Partido Revolucionario Dominicano, a fin de que desate una huelga general”.
Me cuenta Marino que habían rodeado con los tanques el Palacio Nacional y el de la Policía, pero al Bosch preguntar si habría derramamiento de sangre el coronel Fernández Domínguez le contestó: Señor Presidente es a pelear que vamos, ante lo cual el Presidente Bosch le contestó que desistiera de su gran gesto porque creía que su patriótica decisión podría convertirse en un suicidio”.
De los 12 oficiales, 10 fueron cancelados, al Coronel Fernández Domínguez lo designaron en España como Agregado Militar y a Marino lo trasladaron a Pedernales, pero a la semana renunció y se la aceptaron, y como era un excelente mecánico, abrió un taller de mecánica en la calle Juan de Morfa esquina Dr. Tejada Florentino, en cuyos alrededores vivía.
El 24 de abril el general Wessin le envió a mi hermano un alto oficial para que fuera a conversar con él en la Base Aérea de San Isidro, pero como el mismo día explotó la Revolución de Abril.
Marino se trasladó al Comando Constitucionalista y se fajó a pelear por el bien del país, tomó su fusil y luchó con mucha valentía en contra del golpe de estado y en contra de la segunda intervención norteamericana que ocupó el país el 28 abril de 1965 con 42 mil marines, quienes se hicieron dueños del país principalmente en la ciudad capital.
Esos oficiales, según los medios de comunicación, constituyen “Los 12 oficiales”, esencia de la Guerra de Abril de 1965.
En la famosa “Batalla del Puente”, que se escenificó con el Bando Constitucionalista y las Fuerzas de San Isidro, Marino luchó con gran destreza y valentía, llegando a arrebatar más de un tanque AMX a los contrarios, por lo que sus compañeros lo bautizaron como “El Capitán del Pueblo”.
Se exilió en Puerto Rico donde vivió alrededor de 15 años dirigiendo un importante taller de mecánica que era su especialidad, pero nunca diligenció ni aceptó hacerse ciudadano porque entendía que eso era despojarse de la nacionalidad dominicana por la cual luchó hasta su muerte.
Quiero despedirte con los versos de la canción del adiós que rezan:
“Ya sé lo que significa, lo que recuerda aquel son: Adiós me dijo llorando, llorando me dijo adiós!
Por qué el adiós lleva el sello lacerante del dolor del trabajo y del recuerdo que nos une ante el Señor,
¡Adiós, querido hermano Marino, no te digo llorando pero sangra el corazón!
“Que la paz de los sepulcros te acompañen por siempre”. Esta frase fue la misma que expresó el joven intelectual salcedense Héctor Francisco Osorio, al pronunciar el panegírico cuando en 1956 sepultamos muy joven, a nuestro recordado padre Ramón Almánzar (Monsito), en la ciudad de Salcedo.