Era mayo del 1978, cerca de la media noche la energía se fue, lo que era común y el conteo de los votos fue suspendido. Por muchos días vivimos en tensión hasta que con el “Fallo Histórico” el presidente Balaguer logró cuatro senadores más con lo que mantenía el control del congreso y el PRD la presidencia de la República.
En el 1994 se debió detener el conteo porque de continuar los votantes hubiesen sido más que los inscritos. Era famosa la frase del doctor Peña Gómez (EPD), de que tenía un colchón que le haría ganar las elecciones. El presidente Balaguer tenía también el de él. Debimos firmar el “Pacto por la Democracia” que cambio el sistema electoral, permitió al presidente Balaguer gobernar por dos años y elecciones en el 1996.
Entendíamos que esos tiempos habían pasado, la madurez política de nuestros dirigentes y el interés por mantener la estabilidad de la economía, evitaría retrocesos que nos hicieran recordar días difíciles.
La tensión entre los dos líderes del PLD, uno por quedarse, otro por volver, evitó que ambos pudieran coexistir en el partido de gobierno.
Tenía hace semanas un artículo que nunca publiqué, donde discutía en una peña de las que formo parte, mi defensa a la Junta Central Electoral y los argumentos que esgrimían en contra de mis razonamientos los contertulios.
Decidí no publicarla para que un sector u otro no se sintiera aludido. Pero los hechos del domingo, donde el cuestionado sistema electrónico hizo colapsar las elecciones municipales y poner en grave riesgo la estabilidad política social y económica de la nación, me obligan a recordar algunas de las discusiones con mis amigos.
Desde el principio decía, que reconocía la buena intención y honorabilidad de los miembros del organismo electoral. Mi pregunta siempre fue ¿Por qué no haber hecho la auditoria inicial del sistema? Es luego de las primarias y al tercer intento, todos criticados en la forma de selección de las empresas auditoras no en su calidad, que se logra contratar una empresa sin concurso y de cuyo dictamen apenas conocemos un escueto comunicado.
Siempre estuve de acuerdo en el riesgo de un sistema electrónico, eran muchos los ejemplos de fracaso, que no vienen al caso mencionar. Los argumentos de unos era la gran inversión que se había hecho, otros la modernidad que significaba un sistema como este.
Con una solución salomónica la JCE frente a las críticas y la desconfianza en el sistema, decidió que sería manual para los municipios pequeños y para los grandes, usarían la avanzada tecnología.
Sin darnos cuenta caímos en una tormenta perfecta. Unas autoridades electorales que se contradecían a diario. Un día decían que si un solo partido se oponía al sistema las elecciones serían manuales. Otro día que darían los resultados finalizadas las votaciones, otros que sería dos horas después del cierre, etc. A pesar de todo esto seguíamos apostando a la JCE.
Mientras tanto, el partido de gobierno se dividió, con una diferencia tal que ni el PRD en sus mejores confrontaciones pudo superar. Los empresarios felices con la bonanza, fruto del periodo de crecimiento más largo de la historia mundial, no parecíamos percatarnos del problema que se nos venía encima. Estados Unidos, nuestro mayor mercado, con crecimiento impresionante y la menor tasa de desempleo histórica.
El mayor partido de oposición no fue ajeno a esta tormenta perfecta. Jugó para observar desde fuera la división del partido de gobierno, participó poco en las discusiones de posibles fallos en el sistema electrónico, entendiendo, con justa razón, que sería el ganador del caos del vecino.
Sucedió lo impensable, prácticamente sin aliento, la cabeza principal de la JCE debió, frente a las irregularidades, admitir el fracaso del sistema, pero más el traspié para nuestra democracia.
La oposición y el partido de gobierno acusan ahora mutuamente a la JCE del fracaso, pero a pesar de sus errores el país necesita calma y hay que apoyar a nuestros jueces electorales, que ya han decidido que las próximas elecciones municipales serán el 15 de marzo, cumpliendo con los plazos que establece nuestra Constitución.
Aparecerán voces en contra de la decisión correcta de por sí, otros pedirán la cabeza de los jueces, pero para suerte de nuestra lisiada democracia, nuestros actores políticos en su mayoría han sido muy comedidos.
El presidente Danilo Medina, en un discurso con un mensaje para los dominicanos y el mundo, dio seguridades del respaldo del gobierno al proceso democrático, respetando la independencia de la Junta Central Electoral y llevando tranquilidad como mandatario a toda la nación.
De todo esto hay lecciones que debemos todos aprender. Ahora el apoyo a los jueces actuales por parte de los partidos, la sociedad civil, las iglesias y el empresariado.
De parte de la Junta Central Electoral ser más vigilantes con el uso de recursos del Estado, la participación en campañas de funcionarios vedados por la ley y declaraciones que sin duda atentan contra el secreto del voto, sembrando en el electorado desconfianza sobre su participación en las elecciones.
Para un futuro no muy lejano, un árbitro electoral más equilibrado, no sólo compuesto por juristas que sin importar su capacidad no son gerentes. No hacer un invento en cada elección con equipos que no están seguros, que no responden al nivel de educción de la población y que han sido rechazados en otros países y con la forma de realizar las elecciones.
Es mucho lo que nos jugamos, la estabilidad económica de la que tanto nos orgullecemos se puede ir al traste si las decisiones de gobernantes y partidos políticos obedecen al interés particular y no al interés de una nación que desea paz y trabajo.