Como cada año, en la conmemoración de la Semana Santa los motoristas se llevan los lauros en las tragedias que se registran en este período destinado a la reflexión, al descanso y a la convivencia en familia.

El operativo organizado y puesto en marcha por las autoridades llenó su cometido, pero la imprudencia de menores motorizados y adultos inconscientes, se puso de manifiesto para dañar en diversas localidades, ese gran esfuerzo.

Las playas, ríos y balnearios no fueron desbordados por la afluencia de vacacionistas como en otras ocasiones, la contaminación sónica tuvo marcado control, bajó considerablemente los escándalos y decibeles, pero contra esos menores que transitan a cualquier hora en motocicletas sin silenciadores, borrachos y a veces tocados por sustancias prohibidas, incluso extranjeros indocumentados, no hubo control y, como siempre, la tragedia llega.

Hasta que las autoridades decidan poner control definitivo a esos monstruos de siete cabezas, el país no disfrutará de ninguna fiesta o celebración sin que la tragedia toque las puertas de familias que, muchas veces, no tienen que ver con esos desaprensivos, incluidos los deliverys.

Incluso, las autoridades del transporte deben tomar acciones contra los alegres vendedores de motocicletas como carros de la muerte, que es un gran negocio para esas agencias, a fin de que tomen mayores controles sobre los adquirentes de esas unidades.

Si la ley no se aplica y la justicia no opera, los controles legales no tienen sentido y el desorden siempre estará presente en cada momento y en todo lugar, y hará que las grandes inversiones que hace el Estado para tratar de preservar la vida de sus ciudadanos, se queden como medidas en el desierto y las cifras de muertos y heridos serán elevadas.

Sabemos que el presidente quiere y que muchos funcionarios están prestos a cumplir, pero si quienes tienen la responsabilidad y el compromiso directo no asumen, de nada vale. Hay que poner control a los motoristas, el mayor dolor de cabeza de los ciudadanos que anhelan vivir en paz. Comencemos ahora.

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