Ya República Dominicana conoce sus tres rivales obligatorios en la Copa Mundial de Fútbol Femenino sub 17 que se realizará aquí en el mes de octubre. El formato del torneo coloca las 16 selecciones en grupos de cuatro equipos, que jugarán entre sí y desde donde solo avanzarán las dos mejores.
Como mencionamos en la columna anterior, en su calidad de anfitrión nuestra selección entró al sorteo sembrada en el grupo A, posición número 1, para cumplir con la designación del juego inaugural, sin conocer hasta el momento cuales selecciones ocuparían las posiciones A2, A3 y A4.
El 16 de octubre, el primer partido será en Santiago con el equipo dueño de casa enfrentando a Ecuador (A2). Tres días después, en el mismo escenario, nuestra selección se medirá a la de Nueva Zelanda (A3) y, por último, cerrando la fase de grupos jugará el día 22 en la capital frente a Nigeria (A4).
Este campeonato empezó en el año 2008 y pudiéramos decir que todos los equipos llegan con poca participación, aunque no siempre sean las mismas integrantes, pero de este grupo “A” debemos señalar que las dos últimas selecciones ya han tenido buenos resultados.
En la edición del 2018 celebrada en Uruguay, Nueva Zelanda quedó en tercer lugar, al igual que Nigeria logró la misma posición en la edición del año 2022 celebrada en la India.
El sorteo se desarrolló con una organización impecable, en un lugar verdaderamente icónico, con una serie de mensajes que la Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol (FIFA) comunicó al mundo.
Un ejemplo es el escenario seleccionado. El monumento a Fray Antón de Montesinos, lugar que recuerda la igualdad de los seres humanos honrando el sermón pronunciado por el religioso, para defender a los nativos de la isla frente al maltrato de los conquistadores españoles.
Además, la participación especial de Thais Herrera, invitada por ser la única dominicana que ha escalado el pico más alto del mundo, el Monte Everest, lleva el mensaje de lo que nuestras féminas son capaces de hacer, sobre todo ante un reto como este en el que las cosas no serán fáciles, pero tampoco imposibles.